Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 889
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Capítulo 889:
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Parecía que cada vez que se metía en problemas, William nunca estaba cerca. La primera vez, fue Amon quien apareció. La segunda vez, en ese callejón, fue nuevamente Amon quien acudió en su ayuda.
Stella sabía que William estaba molesto por esto, pero esta vez, cuando le pidió ayuda, ni siquiera pudo oír su voz.
La razón le susurraba que William estaba ocupado con asuntos urgentes, pero la decepción se sumó al miedo, dejándola atrapada entre el temor y la impotencia.
Los pensamientos de Stella se negaban a calmarse. La voz astuta de Amon se coló en sus oídos sin previo aviso.
«Nunca aparece cuando realmente importa».
Stella sacudió la cabeza con fuerza, pero no sirvió para ahuyentarlo. Las palabras se aferraban a su pecho como una mancha que se negaba a desaparecer.
Su confusión se intensificó, y entonces sonó inesperadamente el timbre de la puerta.
Stella levantó la vista y su pulso se aceleró. En contra de la razón, lo primero que pensó fue que William estaba fuera.
Pero William estaba encerrado en reuniones. Era imposible que ya estuviera allí.
La duda se apoderó rápidamente de ella. ¿Podrían ser los que la habían amenazado? Con pasos lentos se acercó a la puerta y pegó el ojo a la mirilla.
Al otro lado estaba Amon, extravagante como siempre, con un ramo de rosas azules brillando en su mano.
La cara de Amon lucía la misma sonrisa inescrutable, indescifrable pero burlona.
La sospecha se apoderó de Stella mientras se preguntaba qué lo había traído de vuelta. Sus dedos se movieron por instinto, rozando el spray pimienta escondido en su bolsillo, mientras sus labios se apretaban en una línea firme.
Era como si Amon pudiera sentirla allí de pie. El timbre sonó dos veces más antes de que su voz perezosa se colara por la puerta, teñida de burla.
—Señorita Russell, sé que está ahí dentro. He visto un poco de humo negro saliendo por su ventana. Espero que no haya explotado nada. Pensé en pasar a ver cómo estaban las cosas, o quizá rescatarla por tercera vez.
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Aunque el tono de Amon era humorístico, Stella no percibió nada sincero en él. ¿Qué probabilidades había de que apareciera justo en el momento en que se estropeó su ordenador?
Stella sintió un escalofrío recorriendo su espalda. ¿Podrían estar relacionados con él el incidente del hackeo y aquella llamada amenazante?
Tras un pesado silencio, Stella abrió la puerta y lo miró con frialdad. —Di lo que vienes a hacer, Amon.
La sonrisa de Amon se amplió en cuanto ella apareció. Con un gesto grandilocuente, le tendió el ramo de rosas de un azul intenso. —Vaya, ¿tan mordaz a primera hora del día? No es precisamente encantador. Te traigo esto para brindar por tus escapadas milagrosas. Y además…
Su mirada se deslizó más allá de la indiferencia de Stella y se posó en la sala de estar, fijándose directamente en el portátil carbonizado que echaba humo sobre la mesa de centro.
Un silbido agudo se escapó de los labios de Amon, mezclado con una astuta diversión. —Parece que he llegado en el momento perfecto.
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