Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 878
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Capítulo 878:
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William seguía tan ocupado como siempre, pero nunca se olvidaba de acompañar a Stella al trabajo por las mañanas. Siempre que podía, intentaba quedar con ella por las tardes, aunque solo fuera para acompañarla un rato de camino a casa. Era atento de una manera sutil y persistente, apareciendo en pequeños momentos, entrelazándose en el ritmo de su vida, hasta que un día, Stella se dio cuenta de que dependía de él.
Antes de que se diera cuenta, él se había colado en su mundo y se había quedado allí. Ella ya no levantaba sus viejas barreras. Comenzó a aceptar sus gestos, compartiendo sencillas tardes comprando comestibles y luego yendo a casa para cocinar juntos. Nada llamativo, solo el tipo de paz cotidiana que la hacía sentir más centrada y satisfecha que nunca.
En su mente, si la vida siguiera así, no le importaría en absoluto. Pero William no lo veía del mismo modo. Para él, lo que tenían era como un brote en primavera, esperando el momento adecuado para florecer por fin.
Esa tarde, William tenía que asistir a una importante cumbre del sector. Iba a dar un discurso de apertura.
Stella estaba ocupada en el laboratorio, pero, de repente, sintió la necesidad de terminar antes de lo previsto. Se volvió hacia Sandra y le dijo: «Voy a salir un momento. Volveré en unas dos horas».
Antes de que Sandra pudiera preguntarle nada, Stella ya había salido del instituto y se dirigía directamente al hotel donde se celebraba el evento. No sabía muy bien por qué sentía la necesidad de ir. Quizás solo quería verlo brillar.
La cumbre era enorme, repleta de los nombres más importantes del sector. Stella encontró un rincón tranquilo donde sentarse, tratando de no llamar la atención. Cuando William subió al escenario con su traje, tranquilo y seguro de sí mismo, todas las miradas se dirigieron naturalmente hacia él.
Bajo las brillantes luces, se mantenía erguido y sereno. Su discurso era agudo, claro y lleno de perspicacia. Cada palabra encajaba a la perfección y cada movimiento irradiaba confianza. Dominaba el escenario, igual que la primera vez que lo vio. Para el mundo, él no había cambiado. Pero para ella, ahora era diferente. De alguna manera, más cálido. Más cercano. Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios cuando ese pensamiento le vino a la mente, y una suave y cálida sensación inundó su pecho.
Se sentó en silencio en las sombras, con los ojos fijos en él, y su corazón se fue deshaciendo poco a poco con sentimientos inexpresados. Incluso ahora, viéndolo dominar la sala, una parte de ella seguía sintiendo que vivían en dos mundos diferentes. Esa brecha la hizo dudar. La duda se apoderó de ella, susurrándole que tal vez no era lo suficientemente buena para estar al lado de alguien como él.
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Pero rápidamente se sacudió ese pensamiento. Él podía ser brillante, pero ella también lo era. No era solo una figura secundaria. En el instituto, era una de las mejores. Había escrito patentes destacadas incluso antes de ser legalmente adulta. Ya fuera como Stella o como Sylvia, se había ganado su reputación. No le faltaba nada, nada que importara.
Cuando William terminó su discurso, el público estalló en un fuerte aplauso. Los invitados y los periodistas se agolparon inmediatamente a su alrededor, ansiosos por hablar con él y estrecharle la mano. Él lo manejó todo con una facilidad adquirida con la práctica. Pero incluso en medio de la multitud, sus ojos recorrieron la sala, buscando algo.
Entonces su mirada se detuvo, solo por un momento, justo donde ella estaba sentada. Sus ojos se encontraron entre la multitud y el corazón de Stella dio un vuelco. Instintivamente, apartó la mirada, sin saber qué hacer con esa repentina oleada en su pecho.
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