Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 870
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Capítulo 870:
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William frunció aún más el ceño. «¿Qué te pasa estos últimos días? ¿Por qué me evitas?».
La brisa del atardecer traía consigo un aire frío que agitaba los arbustos fuera del instituto.
Stella miró la expresión obstinada de William y sintió que se le aceleraba el corazón. La puesta de sol enmarcaba a William en un resplandor dorado, lo que intensificaba el misterio de sus ojos y hacía que a Stella le resultara difícil leerlo.
Habían pasado dos días.
William había pensado que el tiempo que pasaron en Swaynia, lleno de sutiles chispas, los acercaría más.
Pero desde su regreso, Stella se había distanciado, y una nueva barrera se había levantado entre ellos. La voz de William, más baja de lo habitual, transmitía una mezcla de duda y vulnerabilidad que afectó profundamente a Stella.
Su mirada parecía penetrar en el alma de Stella, sacando a la luz sus dudas y dejándolas al descubierto entre ellos.
El primer instinto de Stella fue evitar la pregunta, apretando los dedos alrededor de la correa de su bolso mientras un ligero escalofrío se apoderaba de sus manos.
La incertidumbre nublaba su mente. ¿Debería preguntarle directamente a William si había tenido una cita ayer, o si había alguien de su pasado con quien todavía mantenía una relación cercana? Las palabras flotaban en sus labios, pero se obligó a tragárselas.
¿Qué autoridad tenía ella para interrogarlo? Y si se atrevía a preguntar, ¿qué haría si su respuesta confirmaba sus temores?
Las ansiedades se acumularon unas sobre otras, dejando su mirada fija en el suelo. En un tono cuidadosamente medido, dijo: «Estás sacando conclusiones precipitadas. No te estoy evitando. Solo he estado muy ocupada terminando el proyecto».
« ¿Así que estás sumergida en el trabajo, pero no lo suficiente como para dedicar un momento a cenar? ¿Demasiado ocupada incluso para saludarme en los pasillos?». El tono de William denotaba incredulidad. Se acercó, proyectando su sombra sobre ella.
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Cuando Stella siguió mirando hacia otro lado, la impaciencia se apoderó de su voz. «Stella, mírame cuando me hables».
La confianza habitual de Stella se tambaleó. ¿Por qué su presencia le resultaba tan abrumadora? A regañadientes, levantó la vista y, en su mirada oscura, como el océano, vio su propio reflejo pálido mirándola.
William mantuvo los ojos fijos en Stella, con el ceño fruncido, como si intentara desentrañar la razón de su actitud distante. «¿Alguien del instituto te ha vuelto a molestar? ¿Nina está causando problemas?».
Si lo admitía, él estaría dispuesto a ocuparse de todo en su nombre sin que ella tuviera que mover un dedo.
Antes, ese tipo de protección le habría tranquilizado el corazón, pero ahora le pinchaba como una espina, haciendo eco de las burlas de Nina en su mente.
¿Podría ser que su repentina atención no fuera más que culpa por haberse reunido con otra persona ayer?
Stella apartó la mirada de su penetrante mirada, con la voz tensa. «No es eso. Solo he estado ocupada con el trabajo. Si no hay nada más, tengo que irme. » Stella intentó pasar junto a William.
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