Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 862
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Capítulo 862:
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Dejó de hablar por un momento, casi como si le diera tiempo para asimilar las palabras.
«Por el bien de Karson, lo dejaré así. Pero ten en cuenta esto: no soporto los juegos sucios. Has cruzado la línea, Nina. Ten cuidado a partir de ahora».
Sin mirarla, William rodeó con el brazo los hombros de Stella y la sacó de allí, dejando a Nina pálida y sin palabras.
La luz intensa del pasillo proyectaba su alta e imponente figura en el suelo. Caminando a su lado, Stella podía sentir tanto la ira que aún ardía en él como el fuerte instinto protector que mostraba hacia ella.
Nina, por su parte, permaneció paralizada en la silla de su oficina, con la mente en blanco. Una vez que pasó el shock, lo que quedó fue puro resentimiento dirigido directamente a Stella. Clavó las uñas profundamente en las palmas de las manos mientras apretaba los dientes y susurraba con la mandíbula apretada: «Stella, esto no ha terminado. Te haré pagar por humillarme. ¡Mil veces! ¡Ya lo verás!».
Hirviendo de rabia, Nina se sentó en su oficina, con la mirada fija en la brillante pantalla del ordenador mientras su temperamento hervía. Poco después, sonó su teléfono. Eran los organizadores del concurso.
«Sra. Carter, le pedimos disculpas, pero el concurso de hoy queda suspendido. Se han perdido los datos de algunos concursantes y lo estamos investigando».
Nina sintió un nudo en el pecho por la rabia. Colgó de golpe y lanzó el teléfono al suelo, pisoteándolo hasta romperlo en mil pedazos.
«¡Maldita sea!», gritó, barriendo todo lo que había sobre su escritorio con un movimiento violento. «¡William ha movido los hilos para Stella!».
Esa idea la quemaba por dentro: William, que nunca interfería, había hecho una excepción con las reglas solo por Stella. Prueba suficiente de lo que esa zorra significaba para él.
La furia la consumía mientras permanecía de pie entre los escombros de su oficina, respirando con dificultad.
Afuera, el personal permanecía paralizado en sus escritorios, con los ojos muy abiertos y escuchando atentamente. Nadie se atrevía a entrar para ver cómo estaba. Solo susurraban entre ellos, sin atreverse siquiera a respirar demasiado fuerte.
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Stella, sin embargo, no prestó atención al berrinche de Nina y regresó a su laboratorio. En cuanto entró, Sandra y los demás notaron la pesadez en su rostro y se inquietaron al instante. «Sylvia, ¿qué ha pasado? ¿Estás bien?».
Stella negó ligeramente con la cabeza. «No es nada. Centrémonos en el experimento».
Todo el mundo sabía que solo se elegiría un equipo para la competición. Desde el regreso de Nina, la rivalidad entre sus grupos se había agudizado. Sin embargo, debido a que el proyecto se había prolongado tanto, había momentos en los que parecía que Stella y Nina trabajaban codo con codo en lugar de enfrentarse.
De vuelta en su oficina, Nina se dejó caer en su silla, agotada tras la tormenta que había desatado.
Lo que más le frustraba era lo poco que a Stella parecían importarle sus palabras. Ya había jugado sus cartas, pasando por Marc e incluso por William, sabiendo que ninguno de los dos se atrevería a desafiar abiertamente a la familia Carter. Y, aun así, nada de eso importaba: Stella no se inmutó.
Al cerrar los ojos, Nina aún podía ver el rostro de William en su mente. Esa mirada fría y desdeñosa la había herido más de lo que quería admitir. Esa sola mirada la había despojado de todo el orgullo que sentía, dejándola solo con la humillación.
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