Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 847
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Capítulo 847:
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William observó la suave curva del cuello de Stella y el aleteo de sus pestañas, y sintió que se le hacía un nudo en la garganta, casi imperceptible.
Se acercó, acortando la distancia entre ellos hasta que el aroma débil y fresco de su colonia llegó hasta ella.
El pulso de Stella se aceleró y sus dedos se tensaron alrededor del vaso. Sin embargo, no hizo ningún movimiento para retroceder.
Cuando William habló, su tono era más suave de lo habitual. «¿Te estás adaptando bien aquí?». La pregunta parecía sencilla, pero la formuló con una intensidad inusual, con su mirada oscura fija en ella, como si su respuesta tuviera una gran importancia.
Sus ojos se encontraron con los de él y, por una fracción de segundo, su corazón dio un vuelco.
Ella asintió levemente con la cabeza, con la voz tensa. —Sí, está muy bien.
William imitó su gesto, optando por no acercarse más ni hacer ningún gesto atrevido, solo manteniendo su mirada fija.
Tras una pausa, preguntó: —¿Quieres quedarte un par de días más?
Como Stella rara vez viajaba al extranjero, la idea de quedarse un poco más le resultaba tentadora.
Lo pensó. La conferencia le había ocupado cuatro de sus seis días libres, lo que le dejaba dos libres. Finalmente, asintió.
El alivio suavizó los rasgos de William. «Cuando termine el foro mañana, si hay tiempo, te llevaré a un lugar especial».
«¿Dónde?», preguntó antes de poder evitarlo.
«Es un secreto». Una leve sonrisa se dibujó en sus labios mientras se dirigía hacia la puerta de su dormitorio. «Buenas noches, Stel».
Ella lo vio desaparecer tras la puerta, sintiendo una pizca de exasperación a pesar de sí misma.
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Exhaló un suspiro silencioso y sintió cómo el calor se extendía por su espalda, con el corazón aún latiendo con fuerza.
Se tocó las mejillas sonrojadas con los dedos y una risa se escapó de sus labios. Estaba mareada, como una colegiala.
Eso la sorprendió. Ya no era una adolescente, pero allí estaba, nerviosa como si lo fuera.
Esa noche, le costó conciliar el sueño.
Sus sueños se difuminaron en fragmentos: crisantemos meciéndose ante las tumbas de sus padres adoptivos, la mirada retorcida de Amon junto a la piscina. La noche la dejó inquieta, flotando entre la vigilia y el sueño, oyendo débilmente su nombre susurrado.
La luz de la mañana se derramó por la habitación y la despertó.
Después de asearse, Stella salió y encontró a William sentado en el sofá, elegantemente vestido con un traje gris.
Sin corbata y con el cuello ligeramente abierto, parecía menos severo, más relajado.
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