Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 834
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Capítulo 834:
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Así, la fiesta llegó a un final abrupto y humillante, ensombrecida por la detención pública de Alonzo.
Los invitados intercambiaron susurros apresurados, con los rostros pálidos por la conmoción. Ninguno se atrevió a quedarse más tiempo del necesario, ansiosos por distanciarse del escándalo.
Cuando el ruido finalmente se apagó, el salón de banquetes, antes bullicioso, quedó casi desierto, dejando atrás solo a William, Stella y un puñado de guardaespaldas apostados en las sombras.
William se erguía bajo la brillante lámpara de araña, cuyo resplandor proyectaba un frío resplandor sobre su figura resuelta. Acababa de derrocar a su propio tío, cumpliendo su promesa de buscar justicia para los padres adoptivos de Stella.
Stella se acercó, con el corazón lleno de emociones al ver la firmeza de su expresión y la forma en que sus labios permanecían apretados en una línea dura.
Ella lo entendía bien: sacar a la luz un escándalo así no era cosa menor para alguien tan orgulloso y leal a su familia como William. A partir de ese momento, los rumores sobre el honor de la familia Briggs resonarían en todos los rincones de Choria. Su voz sonó más suave de lo que pretendía, teñida de una ternura tácita.
—Gracias, William.
William se volvió lentamente hacia ella, bajando la mirada hasta encontrarse con la suya.
Bajo la luz, sus ojos claros reflejaban su imagen, ya no fría y dubitativa, sino llena de emociones complejas.
«No hay necesidad de darme las gracias. Te di mi palabra de que descubriría la verdad por ti», respondió William, con la voz ronca por la emoción contenida. «Pero esto es solo el principio. Alonzo tiene una red detrás de él, y la muerte de Harold está lejos de estar resuelta. Sus hombres no se quedarán de brazos cruzados viendo cómo se pudre en una celda».
—Lo entiendo —respondió Stella con un asentimiento firme, sin apartar la mirada de la de él—. Pero tengo fe en ti. Hemos superado el primer obstáculo y sé que también superaremos los demás.
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La simple palabra «nosotros» conmovió profundamente a William, suavizando algo que guardaba en su interior. Mientras sostenía su mirada, no vio más que honestidad y silenciosa gratitud reflejadas en ella.
Tras un largo silencio, levantó lentamente la mano. Sus dedos rozaron la mejilla de ella con una ternura tan deliberada que transmitía el peso de un cariño tácito.
—Stel —murmuró con voz baja y magnética, pronunciando el nombre con una intimidad poco habitual—. Sé que el pasado ha levantado un muro en tu corazón, uno que nos separa.
Sus dedos eran cálidos, ligeramente ásperos por los callos, y cuando rozaron la piel de Stella, ella no se apartó. En cambio, se inclinó hacia su mano, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho, fuera de control.
«No puedo fingir que comprendo completamente el dolor que has llevado, pero a partir de este momento, quiero ser en quien te apoyes cuando el peso sea demasiado grande, en quien puedas confiar».
No había florituras en su tono, ni promesas grandilocuentes, solo la pura verdad, y de alguna manera, eso impactó a Stella más profundamente que la más grandiosa de las confesiones.
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