Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 833
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Capítulo 833:
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«Señora Russell», añadió Luca rápidamente, «no se preocupe por Curtis. Nuestros hombres lo vigilarán las veinticuatro horas del día».
William no esperó la respuesta de Stella. Le tomó la mano y la condujo hacia el ascensor.
Con la tranquilidad que le proporcionó Luca, la preocupación de Stella disminuyó lo suficiente como para seguir a William al interior.
Su pulso se aceleró, no por miedo, sino por una peligrosa emoción. Quizás después de esa noche, todo se revelaría por fin.
Miró a William a su lado, con la mandíbula apretada con determinación. Por primera vez, lo vio como alguien ajeno al clan Briggs, impulsado por las ganancias.
El coche negro recorrió a toda velocidad la autopista hacia la villa de Alonzo. Stella se sentó en silencio, observando cómo la ciudad se difuminaba a su paso.
William, por su parte, no dejaba de hablar por teléfono, dando órdenes, desplegando hombres, organizando cada detalle.
Stella se sentó en silencio a su lado, con sus emociones en un lío.
Cuando por fin dejó el teléfono a un lado, se volvió hacia ella. Su voz era baja, casi suave. —¿Tienes miedo?
Stella salió de sus pensamientos y negó con la cabeza. —No. Mientras podamos descubrir la verdad, no le temo a nada.
Si hubiera tenido miedo, nunca habría elegido este camino.
William la observó y, de repente, extendió la mano y le apartó un mechón de pelo de la mejilla. La ternura del gesto contrastaba con la fría dureza de su expresión. —Quédate cerca de mí —murmuró—. Pase lo que pase, no te alejes de mi lado.
El calor de sus dedos le provocó un escalofrío.
El corazón de Stella dio un vuelco y, antes de que pudiera pensar, asintió con la cabeza.
Las palabras del fiscal golpearon como un martillo y la última pizca de compostura de Alonzo se desmoronó.
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Alonzo retrocedió un paso, con el rostro pálido y las manos temblando incontrolablemente. Con un dedo tembloroso apuntando a William, escupió su furia, con los ojos ardientes de odio.
«¡Todo esto es por tu culpa, William! ¡Por una mujer, has arruinado a tu propia familia! ¡No eres más que un traidor a esta familia!».
William permaneció impasible, con una expresión fría, solo una sombra fugaz de hielo atravesando su mirada.
Su respuesta fue tranquila, firme y cortante. «Tío Alonzo, los que hacen el mal deben enfrentarse algún día a la justicia. ¿Desde cuándo ser miembro de la familia Briggs significa que se puede infringir la ley libremente?».
La familia Briggs se enorgullecía de su código de honor, pero Alonzo lo había traicionado con sus negocios secretos. Ante la incapacidad de Dexter para mantener el orden, William había dado un paso al frente para asumir la responsabilidad.
Dos agentes avanzaron sin vacilar y le esposaron las muñecas a Alonzo mientras este seguía lanzando acusaciones amargas. Bajo las miradas atónitas de la multitud, lo arrastraron fuera del resplandeciente salón, y su caída en desgracia se desarrolló ante los ojos de todos.
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