Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 825
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Capítulo 825:
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Pero Stella era diferente: era la única persona a la que no podía soportar perder. Sus palabras la golpearon con un calor abrasador, y su abrumadora preocupación y feroz instinto protector la invadieron como un incendio forestal. Las lágrimas de Stella se derramaron, resbalando por sus mejillas.
Una tormenta de ira, dolor y algo más que no podía nombrar se abatió sobre ella, dejándola aturdida.
Cerró los ojos y susurró con voz ronca: «Lo único que sé es que mis padres adoptivos murieron sin darme respuestas y tú me lo ocultaste. Que actúes o no, es tu decisión. Pero deberías habérmelo dicho. Es lo único que quería».
Su voz se quebró. Nunca había dicho que fuera imprudente, nunca había dicho que fuera a lanzarse a ciegas. Lo único que quería era la verdad.
El silencio de William la había tratado como si fuera algo frágil, incapaz de juzgar, y esa traición le dolía más que cualquier otra cosa. Sus suaves sollozos retorcían el pecho de William como una cuchilla roma.
Él bajó la cabeza, soltándole los hombros, con la voz ronca. —Solo necesito que confíes en mí esta vez. Dame un poco más de tiempo y pondré las pruebas en tus manos. Pero ahora mismo… —Hizo una pausa, con la voz vacilante por primera vez—. Ahora mismo, te lo ruego. No me alejes. No hagas nada imprudente.
La vulnerabilidad de su tono sacudió a Stella hasta lo más profundo. Se quedó temblando ante él, con lágrimas corriendo silenciosamente, su corazón dividido entre la lógica y el dolor. Su mente racional le susurraba que no se podía confiar en las palabras de Marc, que el secretismo de William debía tener sus razones. Pero su corazón… su corazón gritaba por la herida de haber sido mantenida en la ignorancia.
El aire entre Stella y William seguía cargado de palabras no dichas cuando el sonido de unos pasos resonó desde la entrada.
Amon entró tranquilamente, sus agudos ojos recorriendo la escena llena de tensión. Una lenta y burlona sonrisa se dibujó en sus labios y aplaudió con deliberado sarcasmo.
—Bravo, William. Eso ha sido realmente conmovedor. Pensé que la señorita Russell te destrozaría por ocultar la verdad, pero parece que es mucho más indulgente de lo que imaginaba.
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La expresión de William se ensombreció al instante. Se dio la vuelta, con una voz afilada como un látigo. «¡Cállate!».
El veneno en su tono hizo que Amon se estremeciera, aunque rápidamente lo disimuló con un encogimiento de hombros. No era tan tonto como para ir demasiado lejos: su objetivo era molestar a William, no provocar una verdadera explosión.
William lo ignoró por completo. Rodeando con un brazo los hombros de Stella, la protegió mientras la conducía al ascensor.
—¡No seas tan frío! —les gritó Amon, con voz llena de burla—. ¡He venido hasta aquí solo para veros a los dos!
Pero no los siguió. La sonrisa burlona de su rostro lo decía todo: ya había cumplido su propósito.
En la sede del Grupo Briggs, siguiendo las órdenes de William, Luca se estaba matando a trabajar siguiendo el rastro de Alonzo.
Luca sabía que William probablemente estaba con Stella, así que estaba solo en esta tarea.
El fracaso era lo único que no podía permitirse.
Horas más tarde, después de revisar montones de datos, Luca finalmente encontró algo y, sin dudarlo, marcó el número de William.
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