Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 824
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Capítulo 824:
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Stella levantó lentamente la cabeza, con los ojos claros ahora nublados, apagados y sin vida, despojados de su habitual brillo. Con un tirón brusco, liberó su mano del agarre de William, y una risa amarga escapó de sus labios.
«William… lo sabías desde el principio, ¿verdad?».
Las palabras de ella le oprimieron el pecho. Él se esforzó por mantener un tono firme, fingiendo confusión.
«¿De qué estás hablando?».
Verlo hacerse el tonto solo avivó las llamas de su ira.
«Sabías que fue Alonzo quien mató a mis padres adoptivos. ¡Y me has estado mintiendo!». Su voz se quebró, temblando por la rabia reprimida.
El corazón de William se hundió ante su acusación.
«¡Dilo!», le espetó Stella con una mirada fría y vacía, como si estuviera mirando a un extraño. «Lo sabías, ¿verdad? No me lo dijiste porque es tu tío. ¡Porque estás protegiendo a la familia Briggs!».
»
Esa mirada le dolió más que sus palabras. La mano de William quedó suspendida en el aire, inmóvil, aún caliente por el momento en que había sostenido el hombro de ella.
«No es lo que piensas…». Su voz era baja, con un toque de desesperación.
Pero Stella había perdido la razón, sus emociones estaban al límite. Soltó una risa áspera y sarcástica.
«¿No es lo que pienso? Entonces dime, ¿qué es? Marc dijo que lo sabías desde el principio. Que encontraste pistas, conseguiste la película, incluso sospechaste de Alonzo desde el principio. ¿Pero me lo dijiste alguna vez?».
Su pecho subía y bajaba con respiraciones irregulares. Si William hubiera sido sincero desde el principio, si hubiera dicho que no interferiría, ella lo habría aceptado. Incluso ahora, sabiendo quién era el culpable, no lo habría culpado. Pero William la había mirado a los ojos y le había prometido ayudarla. Había jurado que nunca le ocultaría nada. Y, sin embargo, ahí estaban.
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Su voz temblaba, resonando en el vestíbulo del instituto. Varias personas volvieron la cabeza, con curiosidad en los ojos, pero en cuanto reconocieron a William, apartaron la mirada y fingieron no haber oído nada.
William apretó la mandíbula, con los ojos oscuros por la frustración y el dolor. La desconfianza de Stella le dolía profundamente, pero lo que más le dolía era saber que había dejado que el veneno de Marc se arraigara en su corazón.
—No le cubrí —dijo William con voz firme pero tranquila, teñida de urgencia.
Se acercó, acortando la distancia entre ellos, y la agarró firmemente por los hombros, obligándola a mirarlo a los ojos. Su mirada solo tenía ojos para ella, inquebrantable, intensa, como si nada más existiera en el mundo.
«Yo soy el primero en querer que se haga justicia. Pero el poder de Alonzo es más grande de lo que imaginaba. Si actúo sin pruebas, borrará todo rastro y vendrá a por ti. No puedo arriesgarme a eso, Stella. ¿No lo entiendes? No lo estoy protegiendo a él, te estoy protegiendo a ti».
Por una vez, William se despojó de su habitual reserva y dejó al descubierto sus pensamientos. Nunca daba explicaciones a nadie. Los malentendidos nunca le importaban.
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