Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 805
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Capítulo 805:
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Sin esperar una respuesta, se escabulló, dejando a William y Stella allí de pie.
El silencio opresivo hacía que el zumbido constante de las máquinas fuera insoportablemente fuerte. Stella se apoyó contra el frío banco de metal, bajando la mirada, con la mente aún repitiendo las palabras y las veladas amenazas de Amon.
Pero detrás de los anchos hombros de William, protegiéndola con tanta firmeza, se sentía… segura. Más segura de lo que quería admitir.
Sin embargo, esa sensación de seguridad solo apretó más el nudo de impotencia en su pecho.
Se había prometido a sí misma que no necesitaba la protección de William. Había jurado que no dejaría que la familia Briggs la arrastrara de nuevo. Había oído la amenaza de William a Amon, especialmente la mención al blanqueo de dinero de Alonzo. Las palabras aún resonaban en su cabeza.
La familia Briggs estaba podrida hasta la médula.
El clan Briggs se asemejaba a un pozo de serpientes que se arrastraban entre la podredumbre, siempre atacándose unas a otras. En esa lucha venenosa, Stella no era más que una pieza desechable en su tablero.
Para William, ella no era diferente de un tesoro codiciado que se negaba a ver en manos de otra persona.
Cuando William se volvió hacia ella, la confusión que se reflejaba en su mirada lo detuvo en seco. Con una sola mirada, se dio cuenta de que ella había tergiversado sus intenciones una vez más. Le dolía el pecho, oprimido por un peso insoportable del que ya no podía deshacerse. William intentó recordar cuántas veces había intentado hacerla comprender, ya fuera sobre su enredado pasado o sobre el caos provocado por Amon y la familia Briggs, pero todos sus esfuerzos se difuminaban en el siguiente.
Para Stella, su voz no tenía ningún significado.
Todas las explicaciones le sonaban vacías, desprovistas de sentido.
La brecha dejó a William sin saber cómo recomponer la confianza entre ellos.
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«Sin duda tiene usted descaro, señor Briggs, esparciendo la suciedad de su tío solo para controlar a su prima. Su familia nunca deja de sorprenderme. Parece que no solo soy la chispa que encendió su pequeña disputa, sino también un peón conveniente en su juego. Qué halagador», se burló Stella, con un tono mordaz como el ácido.
Su veneno no la perdonó a ella misma. La dureza de esas palabras los hirió a ambos, dejando heridas que ninguno podía ignorar.
La expresión de William se ensombreció y estuvo a punto de hablar. Quería decirle la verdad: que todo lo que había hecho era para protegerla de Amon, la tormenta imprudente que la engulliría por completo.
Los viejos pecados de Alonzo se aferraban como manchas que ningún fregado podía borrar, cada uno de ellos entretejido firmemente en la corrupción del Grupo Briggs. William no podía revelarle esa verdad a Stella ahora, y arrastrarla a ese abismo solo la destruiría.
Mantenerla alejada de las sombras de la familia Briggs parecía la única forma de mantenerla a salvo.
William respiró entrecortadamente, con la voz ronca por el esfuerzo al pronunciar las palabras. —La familia Briggs no es lo que imaginas. Amon es imprudente. No se detendrá ante nada. Yo solo…
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