Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 799
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Capítulo 799:
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Su respuesta cayó como un latigazo, aguda y llena de su propia venganza. William apretó la mandíbula y una sombra de dolor brilló en sus ojos. Entendió que ella rechazaría cualquier cosa que intentara decir, así que se contuvo.
El riesgo que había corrido pesaba mucho. No había actuado cuando se enteró por primera vez de que Amon podría buscarla. Había supuesto que su primo esperaría más tiempo para actuar. Ese error le golpeó con fuerza, como si le hubieran dado una bofetada.
Cuando el silencio se prolongó entre ellos, William se recompuso y volvió a hablar con una calma ensayada. «No deberías quedarte aquí. Ven conmigo y te lo explicaré todo por el camino».
Stella soltó una risa sin humor mientras se ajustaba el abrigo. Ni siquiera le dirigió una mirada antes de dirigirse a grandes zancadas hacia la salida.
Aunque sus pasos vacilaban, su espalda permanecía erguida, transmitiendo un desafío que se negaba a doblegarse.
Manteniendo una distancia prudencial, William la siguió en silencio. Se quedó detrás como una sombra, con la mirada fija en su esbelta figura, sin querer perderla de vista.
En cuanto salieron, la noche los recibió con vacío. Una ráfaga de frío los azotó y Stella se estremeció.
Al ver su coche en el aparcamiento vacío, aceleró el paso, abrió la puerta y se metió dentro sin dudar.
William se quedó atrás, observándola marcharse. No la llamó ni hizo nada para detenerla. En cambio, se dio la vuelta y entró en un Rolls-Royce negro que estaba aparcado cerca.
Sacó su teléfono y conectó la línea sin demora. —Luca, encuentra a los hombres que desaparecieron antes. Quiero saber sus antecedentes. Y mantén a alguien vigilando a Amon. Necesito un informe de todos sus movimientos.
—Entendido, señor Briggs —respondió Luca sin dudar.
Los motores rugieron, rompiendo el silencio del aparcamiento suburbano. El coche de Stella salió disparado, con una urgencia evidente en la forma en que aceleraba, como si la distancia pudiera protegerla.
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William la siguió a un ritmo controlado, sin apartar la mirada del resplandor de sus luces traseras. Sus pensamientos se enredaban en nudos, pesados e inquietantes. ¿Hacía ella huía del peligro en la cafetería o de él? La pregunta le oprimía el pecho, dejándole el aliento entrecortado y superficial.
La idea de llegar demasiado tarde lo heló. No quería imaginar el resultado si no hubiera llegado a tiempo. Pero todo se remontaba a él. Stella se había convertido en un objetivo solo por su presencia en la vida de ella. De otro modo, Amon nunca la habría elegido.
Por primera vez, William comenzó a preguntarse si el persistente deseo de Stella de distanciarse de él podría estar realmente justificado.
Casi cuarenta minutos después, Stella llegó a casa. Cerró rápidamente la cerradura, se apoyó contra la puerta y se deslizó hasta caer al suelo.
El alivio no llegó. En cambio, un terror tardío se apoderó de su cuerpo, dejándola débil y temblorosa.
Los recuerdos del día surgieron en crueles flashes, imposibles de borrar.
Con dedos temblorosos, buscó su teléfono y marcó el número de Sharon.
La llamada sonó varias veces antes de que finalmente se oyera la voz de Sharon, cargada de preocupación. «Stel, ¿te lo has encontrado? Dime qué ha pasado».
Las lágrimas amenazaban con brotar mientras Stella luchaba por recuperarse. Su voz temblaba y respiró varias veces antes de forzar las palabras.
«Sharon, el testigo del que me hablaste… es primo de William».
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