Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 786
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Capítulo 786:
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William tenía el rostro impasible mientras se daba la vuelta y abría el archivo. Dentro había unas cuantas fotocopias amarillentas de fotografías antiguas, junto con algunas notas garabateadas apresuradamente.
Sus ojos recorrieron las caóticas imágenes del lugar del accidente. Entonces, de repente, sus pupilas se contrajeron bruscamente.
En una foto borrosa, entre los restos y los escombros esparcidos, brillaba un pequeño fragmento de metal no más grande que una uña. Deformado por el fuego, casi irreconocible.
La copia era granulada, los detalles difusos. Pero el corazón de William dio un vuelco.
Cogió una lupa y se inclinó para verla más de cerca.
Bajo la lente, el fragmento retorcido reveló un símbolo difuso, un águila extendiendo sus alas, junto a una abreviatura distintiva. Ese patrón… y esa abreviatura…
William contuvo el aliento mientras miraba las marcas una y otra vez. Cuanto más las miraba, más claras se volvían. Conocía ese patrón.
Se remontaba a su tío, el hombre que se había alejado del Grupo Briggs hacía años, pero que aún movía los hilos entre bastidores, manejando los negocios ocultos de la familia.
William no esperaba que este rastro lo llevara de nuevo a su tío.
Entrecerró los ojos y, con ello, la habitación pareció enfriarse.
A sus espaldas, Luca rompió finalmente el silencio. —Señor Briggs, ¿piensa reunirse con el hijo del policía?
Una conversación cara a cara podría ser la forma más rápida de descubrir la verdad.
William asintió brevemente. —¿Está dispuesto a reunirse?
Luca apretó los labios, indeciso.
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William frunció el ceño, irritado. —Suéltalo. ¿Desde cuándo te andas con rodeos?
Luca no solía ser tan reservado. Había algo diferente en todo esto.
Con aire indefenso, Luca cambió de postura. Si se tratara de un negocio normal, no lo pensaría dos veces. Pero el nombre de Stella estaba involucrado en todo esto, y eso lo hacía más complicado.
—Ha aceptado, pero hay condiciones.
Los labios de William esbozaron una sonrisa cómplice. Se lo esperaba. Al fin y al cabo, en este mundo, ¿quién ofrecía ayuda sin querer algo a cambio?
Además, este era el tipo de asunto que podía fácilmente provocar problemas con gente acechando en las sombras.
—¿Qué condiciones? —preguntó William.
Luca se ajustó las gafas y respondió con cautela. —Primero, quiere que se transfieran quinientos mil antes de la reunión. Segundo, necesita una carta de admisión de la Universidad Crossroads. Y tercero… quiere que juegues una partida de billar con él.
William arqueó las cejas. Las dos primeras condiciones, aunque molestas, al menos tenían sentido.
¿Pero billar?
¿Una partida de billar como moneda de cambio? Sonaba más a una broma que a una táctica de negociación.
Desperdiciar una condición en eso parecía absurdo.
Tras una pausa, William preguntó: «¿A qué programa quiere entrar?».
«Finanzas», respondió Luca, hojeando la carpeta.
William asintió brevemente. «Bien. Encárgate de la transferencia y mira qué se puede hacer con la admisión. En cuanto al juego de billar, dile que apareceré cuando él esté listo».
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