Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 778
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Capítulo 778:
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Sin mirar atrás, se metió en el coche, arrancó el motor y se marchó, dejando a Marc atrás en silencio.
A medida que se alejaba, se hundió en el asiento y soltó un largo y cansado suspiro. La noche le había dejado la mente hecha un lío, y la burlona sonrisa de William durante la cena no dejaba de repetirse en su mente, empeorando su estado de ánimo.
Casi treinta minutos después, entró en el aparcamiento de su apartamento. El silencio de la noche solo se veía roto por el eco agudo de sus tacones al salir.
El ascensor subió lentamente hasta su piso y, cuando se abrieron las puertas, se dirigió al pasillo. Pero a solo unos pasos de su puerta, se quedó paralizada.
Bajo la tenue luz del pasillo, una figura alta esperaba, apoyada casualmente contra la pared junto a su apartamento.
Era William. Todavía llevaba puesto el esmoquin y la corbata le colgaba floja alrededor del cuello. Un tenue resplandor rojo provenía del cigarrillo que tenía entre los dedos.
Cuando oyó sus pasos, levantó la vista. Sus ojos se encontraron con los de Stella por un momento, y un destello los atravesó antes de que él volviera a quedarse inmóvil.
No dijo nada, solo la observó, y ella no podía saber qué estaba sintiendo. Su apartamento estaba al otro lado del pasillo, pero había decidido esperar fuera del de ella.
El corazón de Stella dio un vuelco, pero rápidamente dio paso a la irritación.
Después de una cena tan agotadora, lo único que quería era descansar, no enfrentarse a él.
Mantuvo la mirada penetrante de William durante un instante antes de respirar hondo y apartar la vista. Actuando como si él no estuviera allí, se dirigió directamente a su puerta y presionó el dedo contra la cerradura.
—Stella.
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Su voz, grave y áspera, rompió el silencio.
Ella se quedó paralizada, pero no se volvió. —¿Necesita algo, señor Briggs? Si se trata de la cena, no se moleste. No me interesa.
William apagó el cigarrillo y se acercó, acortando la distancia entre ellos. El aroma penetrante del sándalo, mezclado con un toque de tabaco, llegó a Stella.
—No se trata de la cena —dijo con tono firme, sin apartar la mirada de ella—. Se trata de tus padres adoptivos.
El cuerpo de Stella se tensó y sus dedos se cerraron con fuerza en el aire.
William notó la repentina tensión en su espalda y dijo: —Sé que no quieres que saque este tema, y mucho menos que me involucre, pero te prometí una explicación. He estado investigando.
Hizo una pausa, sopesando sus palabras, con un tono solemne. —Aún no he encontrado pruebas directas, pero mi equipo siguió una pista vaga de un testigo que estuvo en el lugar del accidente hace años. Descubrimos algunos detalles que se pasaron por alto en aquel momento.
Sus palabras la golpearon como una piedra lanzada al agua tranquila, provocando ondas en el entumecimiento de su corazón.
Se dio la vuelta, con un destello de pánico en los ojos. «¿Qué has encontrado?».
Su voz temblaba sin que pudiera controlarlo. Sharon llevaba mucho tiempo investigando, pero apenas habían arañado la superficie. ¿Cómo podía William desenterrar de repente lo que había estado oculto todo este tiempo?
William la miró fijamente y respondió con voz firme: «Aún no puedo confirmar nada. Las pistas están dispersas y llevará tiempo reunirlas. Pero te prometo que, en cuanto lo sepa con certeza, serás la primera persona a la que se lo cuente».
La esperanza brilló por un instante, pero se apagó de nuevo ante la perspectiva de tener que esperar más.
Para Stella, era una agonía.
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