Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 755
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Capítulo 755:
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Antes de que pudiera terminar, un camarero que llevaba una bandeja perdió el equilibrio y tropezó hacia ella. Una lluvia de champán helado y hielo picado le empapó el brazo y el hombro, mojándole el vestido y haciéndola estremecerse por el frío.
«¡Oh, no, lo siento muchísimo! ¿Está usted bien?», espetó el camarero, presa del pánico, y se apresuró a coger servilletas para ayudar a Stella a secarse la manga.
Stella lo apartó con el ceño fruncido, la mirada fija en su ropa empapada, con una frustración creciente. «Olvídalo. Me limpiaré en el baño».
Sin mirar a Marc ni una sola vez, se levantó y se dirigió rápidamente al baño.
Marc vio cómo la figura de Stella desaparecía tras la esquina, con una sonrisa fría y complacida en los labios. Levantó su copa de champán y dio un sorbo tranquilamente, con los ojos oscuros y llenos de determinación.
Dentro del baño, Stella se secó el vestido, aliviada de que la mancha de champán fuera casi invisible.
Sin embargo, mientras enjuagaba la tela, de repente sintió una extraña irritación polvorienta que le cosquilleaba la nariz. Estornudó varias veces, frunciendo el ceño. Un dolor de cabeza lento y punzante floreció en sus sienes. Probablemente solo sea estrés, se dijo a sí misma.
Después de enjuagar su vestido, se echó agua fría en la cara con la esperanza de despejar el cansancio que nublaba su mente. El impacto del frío le dio un rápido sobresalto, pero casi al instante, una feroz ola de mareo inundó sus sentidos.
La habitación se inclinó. Las luces sobre el lavabo le clavaban como agujas en los ojos. Stella se agarró a la encimera de mármol, luchando por mantenerse en pie, pero sus piernas se volvieron pesadas y rígidas, como si no le pertenecieran.
El pánico la invadió. Algo iba mal.
Abrió los labios para pedir ayuda, pero antes de que pudiera emitir ningún sonido, todo se volvió negro. Se derrumbó, pero dos brazos la sujetaron por detrás y la voz melosa de Marc le susurró al oído:
«Stel, ¿qué te pasa? ¿Estás muy cansada? No te preocupes, te llevaré a casa para que descanses».
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Intentó empujarlo, pero su cuerpo yacía inerte en sus brazos, inútil. Su último recuerdo consciente fue la brillante lámpara de cristal que colgaba sobre su cabeza. … y entonces, la oscuridad la envolvió por completo.
No estaba segura de cuánto tiempo había estado inconsciente. Un calor abrasador recorría sus venas, ardiendo como un incendio bajo su piel.
El aire transportaba una mezcla nauseabunda de colonia barata y comida grasienta que le revolvió el estómago.
Sus párpados pesaban mil kilos. Intentó abrirlos, pero no lo consiguió. Un extraño calor se acumulaba en su vientre, acompañado de un dolor sordo que la hacía temblar.
La habían drogado. Pero… ¿cuándo?
¿Marc?
¿Cómo había conseguido drogarla?
Su mente daba vueltas, incapaz de captar un solo pensamiento antes de que se le escapara de nuevo.
«Te lo dije, Stel, siempre ibas a volver conmigo». La voz grave de Marc le susurró al oído. Su aliento caliente le recorrió el cuello, haciéndole erizar la piel.
Incluso en su estado confuso, sintió sus dedos húmedos jugando con los botones de su blusa.
No… por favor… ¡no!
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