Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 753
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Capítulo 753:
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Preocupado por Stella, Truett finalmente le pidió a Marc que contratara a un cuidador profesional.
Marc, aprovechando la oportunidad, desempeñó el papel de un nieto devoto: rondando por el hospital, atendiendo a Truett y siempre buscando formas de mimar a Stella cada vez que ella estaba presente.
A Stella le resultaba asfixiante su presencia. Sin embargo, ante la frágil figura de Truett en la cama, no se atrevía a romper completamente con él.
Cada vez que lo visitaba, se mantenía alejada de Marc, sentándose en silencio en un rincón o charlando en voz baja con Truett sobre cosas triviales.
Esa noche, tras una tensa reunión en la que se revisaron los resultados experimentales, a Stella le latía la cabeza como si se le fuera a partir en dos. Se frotó las sienes, dispuesta a recoger y dirigirse al hospital, cuando su teléfono vibró dentro de su bolso.
Marc.
Frunció el ceño. Solo había desbloqueado su número para no perderse ninguna novedad sobre Truett. Sin dudarlo, rechazó la llamada.
Pero, casi al instante, la pantalla se iluminó de nuevo.
Reprimiendo su irritación, respondió con voz monótona y cansada. «¿Qué quieres?».
El tono de Marc se escuchó a través del receptor, suave y deliberadamente amable. «Stel, ¿estás libre esta noche? Me gustaría llevarte a cenar».
«No». La negativa salió de sus labios sin dudar.
No tenía ningún deseo de compartir mesa con él.
Intuyendo su rechazo, Marc añadió apresuradamente: «Sé lo duro que ha sido para ti: trabajar todo el día y luego visitar a mi abuelo por la noche. Te lo agradezco de verdad, de corazón».
Los labios de Stella se curvaron en una línea fría, impasible. «No me des las gracias. Visito a Truett porque ha sido amable conmigo. Esto no tiene nada que ver contigo». »
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Al otro lado, Marc hizo una pausa y su voz se quebró como si le doliera. «Lo sé. Pero sigue siendo mi abuelo y te agradezco que hayas estado ahí para él. Por favor, solo una comida, considéralo mi forma de mostrarte mi agradecimiento. Nada más».
«No es necesario», dijo Stella con frialdad. «No necesito tu gratitud».
«Lo entiendo, pero no puedo quedarme con la sensación de deuda, sabiendo todo lo que has hecho. Si me rechazas, seguiré buscando formas de compensarte». Su tono cambió, insistiendo con tranquila persistencia. «Por favor, Stel. Déjame aliviar mi conciencia, solo por esta vez. Después de esta cena, no volveré a molestarte».
Las palabras estaban envueltas en humildad, pero el trasfondo era claro: si ella se negaba, él solo la acosaría de otras maneras.
Stella exhaló lentamente, pellizcándose el puente de la nariz. Conocía demasiado bien a Marc. Si no aceptaba, él seguiría inventando nuevas excusas. Era mejor enfrentarse a él una vez y terminar con ello de una vez por todas que dejar que se quedara como una sombra.
Tras una larga pausa, finalmente cedió. —De acuerdo —dijo con frialdad—. Envíame la dirección. Pero entiende esto: solo por esta vez. Después de esta noche, aparte de la salud de Truett, no tenemos nada más que decirnos.
—¡De acuerdo! —La voz de Marc se iluminó con triunfo, incapaz de ocultar su alegría.
Tras colgar el teléfono, Stella contempló el cielo oscureciéndose más allá de la ventana, sintiéndose completamente agotada.
Stella solo quería que terminara la cena para poder librarse de Marc, que la seguía como una sombra molesta de la que no podía deshacerse. En cuanto entró, una suave música de violín flotaba en el restaurante. El lugar era famoso por sus impresionantes vistas del brillante horizonte de Choria, el tipo de lugar romántico por el que la gente ahorraba y luchaba por reservar.
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