Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 751
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Capítulo 751:
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«Stella… ¿de verdad vas a volver con él?».
Esa pregunta… La había dado vueltas en su cabeza toda la noche y le había robado el sueño.
Sus ojos buscaban el rostro de ella, desesperados, inflexibles.
«¿Significa eso que, haga lo que haga… nunca volverás a confiar en mí? ¿Que ni siquiera me darás otra oportunidad?».
La pregunta directa de William atravesó las defensas de Stella, destrozando todo lo que ella había intentado enterrar con tanto esfuerzo.
Su voz ronca y su mirada ardiente se apoderaron de su corazón como un tornillo de banco de acero, robándole el aliento y acelerando su pulso.
Se quedó clavada en el sitio, mirándolo en silencio, atónita, mientras una ola de amargura, aguda y desconocida, inundaba su pecho.
Su pregunta ronca cayó como una piedra en agua tranquila, destrozando hasta el último rastro de calma que le quedaba.
Incapaz de soportar la decepción que nadaba en sus ojos, apartó la mirada bruscamente y la fijó en el oscuro final del pasillo.
Su voz se volvió fría. Helada.
—Vete a casa, William. Deja de perder el tiempo conmigo.
Sus hombros se sacudieron, casi imperceptiblemente, pero lo suficiente como para hacerle doler el pecho.
Stella se obligó a seguir adelante. El golpe tenía que ser rápido y limpio. Tenía que cortar de raíz cualquier sentimiento que aún quedara.
«No puedo estar contigo. Hagas lo que hagas, nada cambiará eso, y tú lo sabes».
Tragó saliva para contener su propio dolor y apartó sin piedad el caos que sentía en su interior.
«¿Y Marc?», se burló en voz baja. «No hay ninguna posibilidad de que volvamos a estar juntos.
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Solo estoy aquí porque su abuelo fue amable conmigo una vez. Eso es todo».
Marc… solo pensar en él la llenaba de repugnancia.
Antes del divorcio, le había dado una oportunidad tras otra, hasta que ya no quedaban más. Prefería morir antes que ofrecerle otra.
El silencio se apoderó del pasillo como un maremoto. Lo único que Stella podía oír era el estruendo de sus propios latidos.
No se atrevía a levantar la vista. No podía soportar ver cómo se apagaba la luz en los ojos de William, no podía soportar ver cómo la esperanza se convertía en desesperación. Así que se quedó allí, rígida como una estatua, esperando a que se marchara.
Los segundos pasaban como una tortura.
Finalmente, oyó una larga y profunda exhalación detrás de ella, seguida de unos pasos que se alejaban por el pasillo.
Sin palabras. Sin súplicas. William se dirigió al ascensor y desapareció tras sus puertas plateadas sin mirar atrás.
En cuanto se marchó, el cuerpo de Stella se derrumbó. Su espalda golpeó la fría pared mientras sus rodillas amenazaban con ceder.
Rechazar al único hombre por el que poco a poco había empezado a sentir algo… podría haber sido lo más cruel que había hecho nunca. Una sonrisa burlona se dibujó en sus labios. El pasillo estaba ahora vacío, oscuro, silencioso, implacable. Ella se quedó allí sola, envuelta en una soledad tan densa que casi la asfixiaba.
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