Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 708
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Capítulo 708:
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Mientras subían la montaña, el cielo se volvió sombrío y gris. Aún no había empezado a llover, pero cuanto más subían, más frío hacía. El fuerte viento las hacía temblar a ambas.
Stella se subió la chaqueta y se la cerró hasta la barbilla.
La voz de Sharon temblaba con el viento. Al caer la noche, parecía insegura. «Stel, ¿estás segura de que este es el lugar?».
La duda se coló en su tono. Habían pasado años y los senderos de la montaña eran confusos. ¿Y si no encontraban el lugar?
«El mapa dice que está cerca», respondió Stella con tensión. «Este solía ser el camino en aquel entonces».
Sus palabras quedaron suspendidas en el aire y luego se perdieron en el viento aullante.
Los recuerdos de las cálidas sonrisas de sus padres adoptivos pasaron por la mente de Stella, seguidos por la inquietante imagen de ellos en la morgue. Stella sintió un dolor agudo en el pecho, tan fuerte que casi le quitó el aliento. La cara de William también pasó por su mente, mezclada con todo lo que Sharon le había contado. Era demasiado.
Sharon miró al cielo y luego a su alrededor. «Se está haciendo tarde. Y puede que llueva pronto. Busquemos un lugar donde pasar la noche».
Volver atrás no era realista. Necesitaban un refugio rápidamente. Dormir allí fuera, en el frío, no era una opción.
Stella asintió con la cabeza. «Hay una cabaña cerca de la cima», murmuró. «Al menos, solía haber una».
Solía jugar allí cuando era pequeña. A menos que alguien la hubiera derribado, aún debería estar en pie.
Stella y Sharon caminaron hacia la cabaña, con sus botas crujiendo sobre la maleza. Al poco tiempo, Sharon soltó un grito, señalando hacia delante. «¡Stel, ahí está! ¡La hemos encontrado!».
La cabaña era más bien una choza destartalada, medio devorada por la montaña. Parecía que nadie había pisado cerca de ella en años.
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A medida que se acercaban, las tablas desgastadas crujían con el viento y un fuerte olor a moho y podredumbre las golpeó como una bofetada.
El pulso de Stella se aceleró y viejos recuerdos la invadieron sin previo aviso.
Sharon le pasó un brazo por los hombros en señal de apoyo.
Sus miradas se cruzaron. Sharon asintió levemente con la cabeza y apretó con fuerza su teléfono. Con la otra mano, metió la mano en su bolso y agarró con los dedos el spray pimienta que había metido a escondidas por si las cosas se ponían feas.
Stella inhaló profundamente, reprimiendo la tormenta de emociones que se arremolinaba en su interior, y se acercó a la puerta. La abrió lentamente.
La puerta emitió un chirrido agudo que rompió el silencio como un grito.
La abrió solo un poco y retrocedió. Un olor metálico y penetrante a sangre se extendió como una ola.
Ambas chicas retrocedieron instintivamente, con la respiración entrecortada.
¿Cómo podía un lugar tan desierto oler tan fuerte a sangre?
Sharon, con voz temblorosa, encendió la linterna de su teléfono y dirigió el haz de luz hacia el interior. «Eh… ¿hay alguien ahí?».
A Sharon le gustaba hacerse la dura, pero incluso ella estaba nerviosa. Allí, en medio de la nada, parecía una escena sacada de una película de terror.
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