Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 559
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Capítulo 559:
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Rutherford había venido con la esperanza de disfrutar de una cena tranquila con Stella, pero William lo había echado todo por tierra.
No queriendo que William revelara más sobre su pasado, Rutherford se levantó. «Señorita Gilbert, tengo que ocuparme de algo en la oficina. Quedemos en otra ocasión».
Stella no le dio mucha importancia y asintió educadamente. «Adiós, señor Schoenberg».
De todos modos, ya casi había terminado de comer y, tras dar unos sorbos más a la sopa, se sintió lista para levantarse e irse.
William, que seguía a su lado, se inclinó y le preguntó en voz baja: «¿Te das cuenta de que le gustas a Rutherford?».
Stella lo miró, sorprendida y desconcertada. «¿De qué estás hablando?». Frunció ligeramente el ceño, sin saber muy bien cómo había llegado a esa conclusión.
«Los Schoenberg llevan mucho tiempo trabajando en el extranjero. Ahora quieren expandirse aquí. Rutherford, como es el mayor, tiene que encargarse de todo eso, y cada movimiento que hace repercute en toda la familia». Stella bajó la mirada y apretó los labios.
No sabía mucho sobre la familia de Rutherford, pero entendía lo que William quería decir: alguien como ella no encajaría en ese mundo.
Esa constatación le dejó un sabor amargo en la boca.
Miró a William a los ojos, con tono firme. —Yo no veo al señor Schoenberg de esa manera. Solo trabajamos juntos, y le debía una comida por ayudarme recientemente. Eso es todo.
William sonrió en cuanto oyó que ella no correspondía los sentimientos de Rutherford.
Pero esa sonrisa se desvaneció rápidamente cuando ella continuó: «No me interesan estos dramas de familias adineradas. No quiero verme envuelta en nada de eso. Solo quiero centrarme en mi trabajo. Así que, por favor, no vuelvas a difundir rumores como este, o podría pensar que no tienes nada mejor que hacer».
Una vez que Stella terminó de hablar, se levantó, se echó el bolso al hombro y se marchó sin mirar a William.
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Una sensación de frío se apoderó de él y una pesadez se instaló en su interior. ¿Se refería a personas como él cuando mencionaba a esas familias ricas?
La idea le hizo sentir extrañamente vacío. Por primera vez, su riqueza le parecía más una jaula que un regalo. Si hubiera sido un chico normal como ella, ¿podría haberla cortejado sin complicar las cosas?
Mientras Stella se alejaba del restaurante, tomó una decisión: aparte del trabajo, tenía que mantenerse alejada de la gente de clase alta, especialmente en lo que se refería a los sentimientos. No podía permitirse el lujo de ser descuidada.
A menudo pensaba que solo estaba siendo amable, pero los demás lo malinterpretaban, como si estuviera coqueteando.
Era muy fácil malinterpretarla. A partir de ahora, tendría más cuidado.
Estaba cansada de decirle una y otra vez a William que no le interesaban esos hombres.
Cuando regresó a su dormitorio en el centro de investigación, vio que aún era temprano. Recordó los alimentos que había comprado: todavía estaban en la nevera y empezaban a estropearse.
Como no quería desperdiciarlos, decidió cocinar algunos platos y llevárselos para almorzar al día siguiente.
Todo lo que tenía era sencillo y pensado para comidas caseras. Preparó unos cuantos platos, los empaquetó cuidadosamente y los volvió a meter en la nevera. Al día siguiente, al mediodía, fue a calentar su almuerzo en el microondas de la oficina. Justo cuando Sandra regresaba con su comida, se sintió atraída al instante por el delicioso olor que inundaba la habitación.
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