Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 55
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Capítulo 55:
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¿Qué?
Eso fue el colmo para Haley. Escuchar esas palabras la sumió en una rabia silenciosa.
Estaba convencida de que, por muy mal que se pusieran las cosas para ella, Stella también se vería arrastrada. Había causado suficiente caos como para arruinar el nombre de Stella.
¿Y ahora? ¿Ahora Stella decía que ni siquiera había resultado herida aquella noche? Eso no podía ser cierto.
Estaba a punto de estallar. Pero con todos mirándola, se tragó su ira, aunque su rostro decía lo contrario: mandíbula apretada, puños cerrados, todo.
Mientras tanto, Marc, que estaba a solo unos pasos, exhaló un largo y silencioso suspiro. Para él, la noticia fue un gran alivio.
Marc amaba profundamente a Stella. Aunque le hubiera pasado algo terrible, no la habría abandonado.
Pero si realmente la habían violado, sabía que no podría volver a tocarla.
Por mucho que la quisiera, no podía ignorar su obsesión por la pureza. No era el tipo de hombre que podía fingir que nada había cambiado si su mujer había estado con otro.
Así que, cuando supo que Stella solo había sufrido heridas leves, lo sintió como una bendición del cielo.
El miedo lo había estado devorando por dentro. Ahora que resultaba ser falso, se prometió a sí mismo que la abrazaría con más fuerza.
Se sintió abrumado por el alivio y se acercó a Stella, queriendo decirle que tuviera más cuidado. Pero justo cuando extendió la mano, ella le dio una fuerte bofetada en la cara.
—¿No te he dicho que te alejes de mí? Me das asco.
Tampoco era la primera bofetada del día. Ya le había dado una antes.
Todos los que los rodeaban se quedaron boquiabiertos, nadie esperaba que ella se enfadara así con Marc.
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—¿Stella? —Marc se quedó allí, atónito. Le ardía la mejilla, pero no le importaba, solo quería hablar con ella, explicarle todo.
Stella, sin embargo, dio un paso atrás y no le dio la oportunidad. —Aún no he terminado contigo. ¿Esa patente? Hace tiempo que pertenece a otra empresa. Tu gente me obligó a firmar un acuerdo que yo no quería y siguieron utilizando mi trabajo después de que expirara. Eso es ilegal».
Cuando mencionó el contrato, Marc recordó el que le había entregado Haley. Su inquietud se reflejaba en su rostro.
—Mis nuevos socios ya han sufrido pérdidas por culpa de tus acciones. Aunque quisiera perdonarte, ellos no lo harían. Así que más vale que te prepares para un pago enorme. —Su tono era gélido. Técnicamente, seguían casados, pero no había ni una pizca de calidez en sus ojos.
A Marc se le encogió el corazón. El contrato le preocupaba, claro, pero lo que realmente le asustaba era lo fría y decidida que parecía.
Haley, intuyendo una oportunidad para darle la vuelta a la tortilla, se apresuró a intervenir. «¡Venga ya, Stella! ¿De verdad crees que alguien se va a tragar esa historia? ¿Quién se atrevería a demandar al Grupo Walsh? Esa patente lleva años a su nombre, todo el mundo en el sector lo sabe. ¡Nadie se atrevería siquiera a acercarse!».
En su mente, toda esa charla no era más que una forma de Stella de recuperar a Marc. «Solo estás intentando ganarte la compasión de Marc para que no se divorcie de ti. ¿De verdad crees que va a funcionar? ¿Qué tienes tú que ofrecerle? Yo puedo traerle negocios de verdad: inversores extranjeros, alianzas clave. Tú no tienes nada».
Haley nunca se había considerado inferior a Stella. Ni por un segundo. La única diferencia era que había conocido a Marc más tarde. Sin embargo, en cuestiones de afecto, ¿tenía alguna relevancia la precedencia? ¡El que no era amado era el verdadero marginado!
«¿Qué has hecho aparte de esa patente afortunada? Si Marc no te hubiera respaldado, hace tiempo que estarías en la calle. ¿Esa patente? Solo la utilizó porque le dabas pena. ¿De verdad te crees que eres una inventora brillante?».
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