Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 360
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Capítulo 360:
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«No, la verdad es que no», respondió Lainey. «He venido a buscarte. Quería invitarte a cenar».
Stella parpadeó, gratamente sorprendida. —Me encantaría, pero ya le prometí a una amiga que iría a cenar con ella. —Hizo una pausa—. ¿No te importa que venga también?
Lainey sonrió. —Me parece perfecto. Tú eliges el restaurante.
Stella llamó a Sharon y, tras recibir su confirmación, ella y Lainey salieron juntas del instituto de investigación.
Justo cuando salían, Stella vio a William de pie no muy lejos. Sin perder el ritmo, miró más allá de él y siguió caminando.
Lainey se dio cuenta. Levantó ligeramente las cejas y una chispa de curiosidad brilló en sus ojos. ¿Estaban… peleadas?
En el restaurante, el ambiente era distendido y relajado. Las tres mujeres conectaron al instante. Lainey mencionó casualmente un bolso que le había llamado la atención y Sharon se iluminó.
—De hecho, yo tengo ese. Te lo regalo —ofreció con naturalidad.
Lainey parpadeó. —Pero es muy caro…
Sharon hizo un gesto con la mano como si no fuera nada. —Por favor. Es solo calderilla.
Lainey sonrió. —Entonces te conseguiré esas entradas para el concierto que querías y te organizaré una sesión de fotos con el artista en el backstage.
Sharon se llevó una mano al pecho y exclamó: —Lainey, eres un ángel.
Stella se rió suavemente mientras las observaba, y la alegría del momento le relajó los pensamientos. Pero justo en ese momento, su teléfono se iluminó sobre la mesa, vibrando con una llamada entrante.
Cuando Stella se dispuso a cogerlo, vio que era una llamada de Nebula. Se levantó de la mesa y se excusó con una sonrisa amable. —Una llamada de trabajo. Ahora vuelvo, no me esperéis.
Sharon y Lainey apenas levantaron la vista, demasiado absortas en su conversación como para darse cuenta de que se marchaba. Al salir al silencioso pasillo, Stella se apoyó en la barandilla y respondió a la llamada.
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—Señora Gilbert, tenemos un problema —soltó su asistente con voz tensa y urgente—. Uno de los ejecutivos de nuestro cliente ha tenido un accidente de coche y ha sufrido una grave lesión en la cabeza. Su empresa dice que se encuentra en estado crítico y que no saben si sobrevivirá a la operación de cerebro.
La noticia pilló a Stella desprevenida. No había previsto una crisis como esta. —¿Ya está en el hospital? ¿En cuál?
El asistente dudó y luego añadió: «Hay más. La empresa del cliente dice que si no sobrevive a la operación, cancelarán nuestra colaboración». Stella frunció el ceño, incrédula. «Eso no tiene sentido. El acuerdo ya estaba firmado, ¿cómo puede cambiar nuestra asociación por un accidente?».
Se oyó un suspiro de impotencia al otro lado de la línea. «Lo sé. He insistido, pero se mantienen firmes. Si su ejecutivo no sale adelante, rescindirán el acuerdo». Stella apretó los labios y dio unos pasos de un lado a otro. «¿Dónde vamos a encontrar un neurocirujano de primer nivel en tan poco tiempo?».
Se produjo un silencio sepulcral entre ellos: si Stella no tenía una solución, la asistente tampoco.
El asistente dijo: «Ya tenemos a todo el mundo en la oficina llamando a todos los cirujanos de renombre que hemos podido encontrar. Estamos haciendo todo lo posible, pero si no encontramos nada, no hay nada más que podamos hacer».
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