Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 337
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Capítulo 337:
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Mientras Doreen recorría con la mirada el resplandeciente salón de baile, su mirada se posó en una figura familiar cerca de la mesa de refrescos. Stella estaba allí, bebiendo tranquilamente su zumo de naranja, con un vestido azul Klein imposible de pasar por alto. El color la envolvía como si estuviera hecho a medida para ella: fresco, refinado, elegante sin esfuerzo. Hacía que su piel impecable brillara bajo las cálidas luces.
Doreen sintió un nudo en el pecho. Ambas vestían de azul, pero de alguna manera Stella hacía que ese tono pareciera icónico. Una vez más, acaparaba toda la atención sin siquiera intentarlo. Doreen se mordió el labio, sorprendida por la oleada de inseguridad. ¿Qué hacía allí?
Forzando una sonrisa, Doreen se inclinó y tiró de la manga de Marc. —Señor Walsh —dijo con voz dulce pero cortante—, Stella está aquí.
Antes de que él pudiera responder, Doreen lo guió hacia Stella, con los tacones resonando con confianza contra el suelo de mármol.
—¡Stella! Qué sorpresa verte aquí otra vez —dijo Doreen con una sonrisa empalagosa.
Los ojos de Marc se clavaron en Stella. Por un momento, olvidó dónde estaba. Ella parecía casi irreal, como una visión sacada directamente de sus recuerdos, y su corazón dio un vuelco.
Stella le devolvió una sonrisa tenue, resistiendo el impulso de poner los ojos en blanco. ¿Sorpresa? Más bien mala suerte.
Los ojos de Doreen brillaron con picardía mientras se inclinaba hacia él. —La siguiente canción está a punto de empezar. Sr. Walsh, ¿qué tal si baila con Stella? He oído que ustedes dos eran la pareja más sincronizada del colegio. Esa química no desaparece, ¿verdad? —Le dio un empujoncito juguetón a Marc hacia Stella.
Marc se quedó paralizado al inundarse de recuerdos: su época en el grupo de baile del colegio, ganando concursos, deslizándose por la pista en perfecta sincronía. Sus rutinas de salsa, sus tangos… Aún podía sentir su ritmo juntos. El profesor siempre los había llamado «la pareja ideal».
Parpadeó y la alegre música del salón lo trajo de vuelta al presente. Lentamente, levantó la mano para invitar a Stella a bailar.
Pero antes de que pudiera dar un paso adelante, un par de zapatos negros pulidos aparecieron en su campo de visión: los de William. William se deslizó con suavidad, sin mirar a Marc. Volviéndose hacia Stella, le ofreció la mano con una confianza tranquila y ensayada.
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—Señorita Gilbert —dijo con voz baja y firme—, ¿me concede el honor de este primer baile?
William había dicho su primer baile, no el de Stella.
Ella miró la mano que le ofrecía, con un destello de vacilación en los ojos durante un instante.
Detrás de William, Marc se quedó paralizado, observando cómo se iluminaban los ojos de Stella al encontrarse con los de William. Una oleada de frustración le invadió el pecho.
Él se había acercado primero. ¿Por qué tenía William que interponerse?
Aun así, Marc no se atrevió a mostrar abiertamente su irritación, no delante de William.
Lo único que pudo hacer fue apretar la mandíbula y soltar una risa forzada. —No esperaba que alguien de su posición, señor Briggs, ignorara las normas básicas de cortesía. ¿No debería tener prioridad quien ha llegado primero? —William se volvió lentamente hacia él, con una leve sonrisa burlona en los labios—. La prioridad es para los objetos, señor Walsh.
La señorita Gilbert no es un objeto, es libre de elegir. Ya que usted le ha invitado, veamos a quién prefiere». Su tono era tranquilo, pero la confianza que había detrás era inconfundible. No estaba preocupado, ni en lo más mínimo.
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