Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 31
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Capítulo 31:
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Haley se quedó desconcertada. No entendía por qué Marc quería que se fuera. Aun así, se mantuvo firme. —Me quedo. A menos que me estés ocultando algo».
Marc le lanzó una mirada aburrida, sin interés en discutir. En lugar de responder, centró su atención en un nuevo mensaje en su teléfono. Decía que Stella había subido a la montaña hacía aproximadamente una hora y se había quedado junto al árbol de los deseos, aparentemente escribiendo algo de nuevo.
Reconoció el lugar al instante. Habían estado allí juntos una vez. Pero ¿por qué estaba reemplazando su placa ahora?
Sus pensamientos se enredaron en un nudo.
Algo no le cuadraba, pero no sabía qué era.
La única opción que tenía sentido para él era localizar a Stella y averiguar qué estaba pasando realmente.
Se levantó bruscamente, cogió su abrigo del perchero y se dirigió a la puerta. Antes de salir, cogió el teléfono fijo de la oficina y se puso en contacto con el departamento legal para pedirles que revisaran los contratos.
Habló lo suficientemente alto como para que Haley lo oyera, y el mensaje dio en el blanco: su rostro se sonrojó de vergüenza. Ver a Marc dirigirse hacia la puerta sin mirarla siquiera no hizo más que aumentar su irritación.
—Marc, ¿adónde vas? ¿Qué pasa con los contratos? ¿He metido la pata en algo? —Extendió los brazos para intentar detenerlo, bloqueando la puerta.
Marc pasó junto a ella sin reconocer su presencia.
—¡Marc! —le gritó ella, mirándolo con ira mientras su figura desaparecía por el pasillo. Dio una patada en el suelo, furiosa. Él ni siquiera se detuvo. ¡La estaba ignorando por completo!
Momentos después, llegó el jefe del departamento legal, informado por sus colegas de que Marc había llamado. Echó un vistazo a la expresión tormentosa de Haley y, en silencio, tomó los documentos de su escritorio, sin decir una palabra.
Haley, todavía furiosa, lo persiguió. «¡Espera! ¡He pasado horas con esos contratos! ¿Por qué los recoges? ¡No eres más que un parásito inútil!».
El supervisor parecía harto. Ni siquiera había señalado lo desorganizados e inutilizables que eran los contratos, pero Haley ya estaba presumiendo de lo cuidadosamente que los había preparado. ¿Cómo podía ser tan despistada?
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Sin decir nada, el supervisor se limitó a observar cómo los ojos de Haley recorrían la habitación hasta fijarse en Allegra.
Haley recordó de repente que Allegra tenía algún tipo de conexión con Stella. «¡Tú! ¡Sí, tú! ¿No estás en el departamento legal? ¿No has visto el esfuerzo que he dedicado a esos contratos? Te quedas ahí sentada como una estatua mientras yo hago todo el trabajo. ¿Para qué te paga esta empresa, para decorar? La gente como tú nos está hundiendo. A partir de ahora, olvídate de la bonificación de fin de año».
Todo el mundo sabía que Haley estaba buscando provocar a alguien.
Allegra se levantó lentamente de su asiento y se acercó, con expresión impenetrable. Siempre había sido callada, alguien que mantenía la cabeza gacha para conservar su puesto. Pero las cosas habían cambiado.
Después de hablar con Stella, se dio cuenta de que no tenía sentido aguantar un trabajo sin futuro solo por decir que tenía uno.
Una oficina elegante no significaba nada si quien la dirigía no tenía ni idea de lo que hacía. Con un jefe así, su futuro estaría estancado.
—Señora Smith —comenzó con calma—, ¿ha mirado realmente esos «contratos» de los que está tan orgullosa? Ni siquiera siguen las normas básicas de formato de la empresa. ¿A eso llama usted trabajo detallado? Es ridículo. Todo el mundo sabe que es de la familia Smith, pero ¿quién hubiera imaginado que sus habilidades serían tan vergonzosas? Sinceramente, un niño con dos dedos de frente lo habría hecho mejor.
La sala se quedó en silencio. La gente miraba a Allegra como si la vieran por primera vez. Siempre había hablado en voz baja. ¿De dónde había salido esa versión de ella?
—¡Tú! ¿Quién te crees que eres para hablarme así? ¡Haré que Marc te despida ahora mismo!
Pero Allegra solo se rió. «Demasiado tarde. Ya he presentado mi renuncia. Si esperabas echarme, has perdido tu oportunidad. Y ya que estamos siendo sinceros, no soporto a la gente que asciende gracias a favores y destruye familias en el proceso. Tú cumples ambos requisitos. Además, por si no lo sabías, alardear de tu pasaporte extranjero no te hace especial. La basura extranjera sigue siendo basura».
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