Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 282
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Capítulo 282:
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Stella se ajustó la tela de la cintura y se recompuso. —¿Qué le trae por esta boutique, señor Briggs?
—Un evento benéfico —respondió él con suavidad.
Stella agudizó la mirada. Recordaba perfectamente cómo William solía evitar las reuniones sociales a toda costa.
¿Desde cuándo había empezado a mezclarse en banquetes, y más aún, a disfrutarlos?
No se molestó en responder, simplemente arqueó una ceja y se dirigió hacia los accesorios, donde sus ojos se posaron en un collar de gladiolos entre los expositores.
El collar, con sus perlas luminosas y redondas y su delicado colgante de gladiolos de color morado claro, hacía juego con los tonos de su vestido y añadía un toque elegante a su look.
«Me llevaré este», anunció con voz tranquila pero decidida.
Después de pagar, Stella recogió sus compras y pasó junto a William sin mirar atrás, con su nuevo vestido brillando al salir de la boutique.
William se quedó junto al escaparate, observándola alejarse, y eligió un delicado broche de gladiolos del mismo tono lavanda que el collar de Stella. Se lo colocó discretamente en el bolsillo, un accesorio sutil que hacía juego con el de ella sin llamar demasiado la atención.
Una vez satisfecho, pagó la cuenta y salió tras ella.
—Parece que vamos en la misma dirección. ¿Te apetece que vayamos juntos? —le preguntó con naturalidad.
Stella estaba abriendo el coche cuando oyó su voz.
Arqueó una ceja y esbozó una leve sonrisa. —Señor Briggs, ¿no tiene usted coche?
Las palabras que se mordió eran obvias: su Bentley superaba con creces cualquier coche que ella pudiera conducir.
—Mi chófer lo ha llevado a revisar —comentó William con una sonrisa perezosa.
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Una leve sensación de inquietud punzó los nervios de Stella, pero el cansancio no le dejó tiempo para darle vueltas. Simplemente abrió la puerta del coche y esbozó una sonrisa irónica.
—Sr. Briggs, tendrá que conformarse con mi humilde coche esta noche.
El coche se detuvo frente al salón de banquetes, con los faros barriendo los escalones de mármol cubiertos de polvo dorado.
En el momento en que William y Stella entraron, las grandes puertas se abrieron con pompa, atrayendo las miradas de todos los invitados. Las conversaciones se interrumpieron.
Todos los ojos parecían seguir a la pareja, como si toda la velada hubiera estado esperando su llegada.
Los susurros se extendieron entre la multitud. William y Stella, cogidos del brazo bajo las brillantes lámparas de araña, parecían hechos a medida para el entorno: elegantes, serenos y completamente sincronizados.
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