Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 237
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Capítulo 237:
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Las sonrisas burlonas desaparecieron al instante de los rostros de Cecelia y Nelly. La voz de Cecelia temblaba cuando respondió: «¿Qué? ¿Qué estás diciendo? No sé nada de…».
Una ola de frío y pánico la invadió. Había cubierto sus huellas con tanto cuidado… ¿Cómo había podido pasar?
Stella la miró con una mirada fría e implacable. «Da igual que lo niegues. La verdad saldrá a la luz en cuanto lleguen los investigadores».
Cecelia respiró con dificultad, conteniendo su resentimiento. —¡Sylvia, deja de inventarte historias descabelladas! ¿Qué «datos»? Has perdido y ahora lanzas acusaciones sin fundamento porque no puedes aceptarlo. Es patético, incluso para ti.
Stella soltó una risa breve y despectiva. Luego, sin dudarlo, levantó la mano y abofeteó a Cecelia.
La bofetada resonó en la cafetería, nítida e inconfundible, y todos los presentes se volvieron hacia ellas.
Cecelia se llevó la mano a la cara para protegerse, con los ojos ardientes por la sorpresa y la indignación. —Sylvia, ¿de verdad me has abofeteado? —preguntó con voz temblorosa.
Stella ni siquiera parpadeó al responder: —Cecelia, intenté dejarte salvar las apariencias. Te di todas las oportunidades para que lo confesaras en privado, pero está claro que no te importa la vergüenza. Así que no me culpes por sacarlo todo a la luz ahora. Tengo el vídeo en el que tú y Allen intercambiáis los datos del experimento. ¿Lo pongo para que lo vea todo el mundo?».
A Cecelia se le cortó la respiración. Buscó en los ojos de Stella, desesperada por encontrar alguna señal de que estuviera mintiendo, pero la mirada de Stella era firme, fría como el hielo y totalmente sincera.
El pánico se apoderó del rostro de Cecelia. Estaba segura de que, cuando ella y Allen hicieron el cambio, no había nadie más en el laboratorio.
En realidad, Stella se había topado con su plan por pura casualidad.
Sus estrictos hábitos le obligaban a dejar la cámara del laboratorio grabando hasta que regresaba a la residencia, solo para mantener los datos en regla.
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Pero ese día, se había apresurado a salir y se había olvidado de apagar la cámara, y al volver a la mañana siguiente, se encontró con que la batería estaba agotada.
Después de llevarse la cámara a casa, simplemente la enchufó para cargarla, sin molestarse en comprobar los archivos que había dentro.
No fue hasta que William mencionó que algo no cuadraba que finalmente sacó la tarjeta de memoria y revisó las imágenes.
Ahí estaba, claro como el agua: Cecelia y Allen entrando en el laboratorio mucho después de que todos se hubieran ido.
La cámara había grabado cada palabra que intercambiaron, conservando íntegramente su conversación en voz baja.
Las pruebas eran irrefutables.
Cecelia respiró con rapidez y el pánico se reflejó en sus ojos. Recordó cada movimiento arriesgado, cada gesto secreto que había hecho en presencia de Allen ese día.
Si Stella realmente lo había visto todo, estaba acabada.
Cecelia dijo: «¡Eso es mentira! ¡Nunca me he reunido a solas con Allen, nunca! Nunca hice ningún trato secreto con él ni con su gente. Alguien de su grupo se puso enfermo, así que yo les sustituí, eso es todo. ¡No sé nada de datos!».
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