Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 213
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Capítulo 213:
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Stella se dio cuenta, de repente y con una extraña sensación de asombro, de que él no buscaba premios ni fortuna. Simplemente quería comprender el universo, desentrañar misterios por el mero placer de saber.
No mucha gente se atrevía a seguir su pasión con tanta valentía, sobre todo cuando el mundo medía el valor en función del dinero y la reputación.
Ella estudió su perfil durante un momento, con curiosidad en los ojos. «¿Y si un día finalmente descubres lo que el universo está tratando de decirte?».
William no apartó la mirada del cielo. «Si llega ese día, utilizaría lo que he aprendido para ayudar a la gente. Ese ha sido siempre mi objetivo».
La respuesta tomó a Stella por sorpresa. No le interesaba socializar, pero quería servir a la humanidad. Era un enigma: brillante, sincero y silenciosamente magnético.
Stella volvió a fijar su atención en el cielo nocturno. Por primera vez, sintió una curiosidad genuina por las estrellas, por los secretos infinitos y silenciosos que podían esconder, y tenía que agradecerle a William ese nuevo asombro.
Bajo el extenso cielo nocturno, el mundo parecía encogerse hasta que solo quedaban ellos dos en su propio universo silencioso.
Una fragancia suave y evasiva emanaba de Stella, calmando la inquietud interior de William.
Siempre había preferido la soledad cuando observaba las estrellas, irritándose ante cualquier signo de intrusión.
Sin embargo, esa noche, con Stella a su lado, la soledad se sentía más ligera, como si su presencia perteneciera a las constelaciones que se veían en el cielo. Por primera vez, se alegró de compartir la noche con alguien más.
Poco a poco, la tensión dentro de Stella se desvaneció, sustituida por una tranquila calidez.
Le devolvió el telescopio a William, con los ojos reflejando la luz de las estrellas. —Gracias por dejarme ver algo tan extraordinario —murmuró en voz baja.
Juntos, bajaron de la azotea, con los pasos sincronizados. En la puerta, Stella miró por encima del hombro, con una sonrisa brillante pero sin prisa. —He pasado una noche maravillosa. Gracias, William. Buenas noches».
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Sus palabras quedaron flotando entre ellos, y la voz de William se volvió suave, conmovida por su sinceridad. «Buenas noches, Stella. Que duermas bien».
Al día siguiente, Stella volvió al laboratorio y se sumergió de lleno en el trabajo. Tras tres agotadores días de experimentos, su equipo finalmente completó la última fase del proyecto.
Esa mañana, enviaron sus hallazgos para que fueran evaluados por los otros equipos.
Ahora, los resultados estaban a solo unos minutos.
En exactamente tres minutos, los nombres de los equipos que pasaban a la siguiente fase aparecerían en la gran pantalla del vestíbulo.
Todos los que habían participado se habían reunido allí, con el aire cargado de expectación.
Sandra estaba junto a Stella, prácticamente aferrada a su manga, con las palmas sudorosas. «¿Crees que tenemos alguna posibilidad?», susurró nerviosa.
Elbert estaba cerca, tenso.
Incluso Jamir, que solía ser impenetrable, parecía inquieto.
Stella mantuvo la calma y le dedicó a Sandra una sonrisa tranquilizadora. «Nuestros datos son sólidos. Todos han dado lo mejor de sí mismos y lo hemos comprobado todo dos veces. Lo tenemos».
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