Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 177
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Capítulo 177:
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Pero cuando llegaron a la villa, las cosas se resbalaron, literalmente. Haley perdió el equilibrio y los dos cayeron hacia delante como muñecos de trapo.
La sacudida sacó a Marc un poco de su aturdimiento alcohólico. Parpadeó, hizo una mueca de dolor y luego la miró. Durante un segundo, se quedó mirándola fijamente, y entonces se dio cuenta, como si le hubieran dado una bofetada. No era Stella. ¡Había sido Haley todo el tiempo!
«¿Qué haces aquí? ¿No me has humillado ya lo suficiente?».
Haley lo miró boquiabierta, atónita. El cambio en su tono la tomó por sorpresa. «Marc, tus amigos me pidieron que te trajera de vuelta. No era mi intención tropezar, pero no puedes atacarme así».
«Te hiciste pasar por Stel». Su voz era baja, amarga. «No creas que no te veo venir. Estás intentando ocupar su lugar, pero nunca lo conseguirás».
Haley perdió completamente la paciencia. Lo empujó con fuerza y él se tambaleó. «Está bien. Se acabó. Ve a buscar a tu preciosa Stella, ¡si es que todavía le importas!». Se dio la vuelta y se marchó, con furia en cada paso.
Marc se quedó allí, mareado por el empujón, con el mundo dando vueltas a su alrededor hasta que todo se oscureció.
Lo despertaron el estruendo de las bocinas y el frío viento. Le latía la cabeza. Gimió y se incorporó lentamente, con la vista borrosa por los coches que pasaban a toda velocidad. La gente pasaba junto a él, mirándolo con curiosidad y diversión.
Solo entonces se dio cuenta de lo que había pasado: se había desmayado en la acera.
Marc frunció el ceño. Bajó la vista, tratando de reconstruir lo que había pasado la noche anterior. A su alrededor, comenzaron los susurros.
«Vaya, ¿de verdad está ahí tirado? ¡Qué gracioso!».
«Debe de estar borracho. ¿Quién le deja beber tanto? Espera, ¿quién es? Me suena…».
Cada palabra dolía a Marc. Apretó la mandíbula y se levantó del suelo. Pero, al ponerse de pie, notó que algo no iba bien.
Bajó la vista y se quedó paralizado. El cinturón de la noche anterior había desaparecido, al igual que su reloj. Estaba claro que alguien había aprovechado su estado de embriaguez para robárselos.
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El rostro de Marc se ensombreció. La humillación lo envolvió como el humo. Se ajustó los pantalones para que no se le cayeran y se marchó sin decir una palabra.
Stella terminó su largo día en el laboratorio, se encogió los hombros y sacó su teléfono. Un mensaje de Sharon iluminó la pantalla, enviado hacía diez minutos.
«Hola, ¿quieres tomar algo esta noche?».
Stella no tuvo que pensárselo dos veces. «¡Claro, estaré allí en una hora!», respondió.
Entonces se acordó de William. Tras una breve pausa, envió un mensaje rápido a Rita. «Tengo algo que hacer esta noche. No podré cocinar, que William se encargue de la cena».
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