Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 157
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Capítulo 157:
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Aunque Jamir permaneció en silencio, sus ojos brillaban con respeto y su habitual reserva parecía derretirse al mirar a Stella. Todos podían apreciar lo que significaba tener compañeros de trabajo verdaderamente competentes.
Stella le dedicó a Elbert una sonrisa modesta. «Gracias», respondió con voz cálida pero firme.
Cecelia se quedó a distancia, con los brazos cruzados y el ceño fruncido, mientras los demás se agolpaban alrededor del escritorio de Stella y sus elogios resonaban por todo el laboratorio. La envidia hervía bajo su frustración.
Solo era una corrección. No entendía a qué venía tanto alboroto. No era más que revisar números y echar un vistazo a los datos, nada que mereciera un aplauso.
Negándose a retroceder, Cecelia levantó la barbilla con aire desafiante, su orgullo impidiéndole reconocer el logro de Stella.
Cuando por fin terminó la jornada laboral, Elbert aprovechó el momento. Era su primer día como equipo y todo había salido a la perfección, así que ¿por qué no celebrarlo?
—Vamos a cenar juntos esta noche —sugirió con tono cálido y alentador—. Yo reservaré. ¿Qué os parece un bufé?
Sandra se iluminó al instante y levantó la mano. —¡Sí, por favor! No recuerdo la última vez que fui a un bufé. ¡Cuenta conmigo!
Al otro lado de la sala, Stella dudó, con el cansancio acumulado tras un largo día de pie. Parecía dispuesta a poner una excusa, pero Sandra se dio cuenta y rápidamente le pasó el brazo por los hombros. —¡Vamos, Sylvia! Ahora somos un equipo. ¡Tienes que venir con nosotras!».
Ante la insistencia de Sandra y con todos mirando, Stella asintió a regañadientes.
El grupo se dirigió al restaurante bufé. En cuanto se acomodaron, Sandra arrastró a Stella hacia los extensos mostradores de comida, charlando animadamente sobre todos los platos que pensaba amontonar en su plato.
Mientras tanto, Cecelia se quedó rezagada, encorvada en el borde de la mesa y mirando distraídamente su teléfono.
Aquella persistente sensación de déjà vu la inquietaba: estaba segura de que había visto a Sylvia en algún sitio antes, pero el recuerdo se le escapaba. Incapaz de quitárselo de la cabeza, Cecelia envió un mensaje a una amiga y le pidió que buscara información.
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La revelación dejó a Cecelia atónita: Sylvia era la viva imagen de la difunta esposa del director general del Grupo Walsh, Stella Russell.
El momento, las circunstancias, incluso la discreta aparición de Sylvia en público encajaban tan bien que parecía casi un guion. Era demasiado para ser una coincidencia. El instinto de Cecelia le decía que Sylvia y Stella eran la misma persona.
Los rumores en Choria llevaban mucho tiempo hablando del desamor del director ejecutivo tras la «muerte» de Stella, y su legendaria devoción se había convertido en un fantasma que acechaba a la élite de la ciudad. Pero, ¿se había dado cuenta siquiera de que Stella no había desaparecido en absoluto? ¿Que había utilizado el instituto de investigación como tapadera, había abandonado su antigua identidad y había empezado una vida completamente nueva?
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