Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 143
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Capítulo 143:
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Aunque se recordaba a sí misma que él era gay, que la llevara así la hacía sentir un poco…
Mientras él la bajaba con suavidad, ella intentó agarrarse al respaldo de la silla para mantener el equilibrio. Pero quizá su peso se desplazó demasiado rápido o su ángulo no era el adecuado, porque, en lugar de eso, su mano acabó agarrándole la cintura por error.
A través de la fina tela de su camisa, podía sentir los músculos firmes y definidos que había debajo.
Se le cortó la respiración. Una oleada de calor le subió a la cara e inmediatamente retiró la mano como si hubiera tocado algo ardiente. Oh, no. ¿Qué acababa de hacer?
William le echó un vistazo a sus mejillas sonrojadas y soltó una suave risa. —Vamos, no es la primera vez que acabas haciendo algo así. Ya deberías estar acostumbrada.
Stella le lanzó una mirada fulminante, claramente poco impresionada por su comentario. Nunca había intentado aprovecharse de él a propósito, así que ¿cómo podía decir que estaba acostumbrada? Era ridículo.
—Parece que se te da muy bien llevar a gente en brazos. Supongo que no es la primera vez que lo haces —bromeó ella.
En lugar de enfadarse, William se limitó a sonreír. —Sí. Prácticamente lo domino.
Stella abrió la boca, pero no se le ocurrió ninguna respuesta. No podía ganarle en una batalla de ingenio.
Respiró hondo y dejó que su irritación se disipara. —En fin, gracias por ayudarme hoy —dijo con suavidad.
William arqueó una ceja. —No hace falta que me des las gracias. Simplemente pasaba por aquí.
Técnicamente, sí que pasaba por allí, por un pequeño callejón donde la vio separarse de su amiga. No era exactamente una mentira… pero tampoco toda la verdad.
Stella se rascó ligeramente la punta de la nariz. —Señor Briggs, ese movimiento de antes… Seguro que ha entrenado, ¿verdad? Ha sido impresionante.
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Si no lo hubiera visto con sus propios ojos —a William dando una patada a una moto y arrastrando a ese hombre por el suelo—, no habría creído que alguien como él fuera capaz de usar la fuerza.
William miró a Stella, sentada en la silla y pareciendo más pequeña en comparación con él. Con expresión impasible y una ceja levantada, comentó: —No es que yo sea impresionante. Es que tú eres muy débil.
Stella se quedó sin aliento ante sus palabras tan directas. —¿Quién lo dice? ¡Fue un ataque por sorpresa! No tuve tiempo de reaccionar, eso es todo. ¡Puedo cuidarme perfectamente sola!
Pero justo cuando sus emociones se desbordaron, se movió demasiado rápido. Su rodilla chocó contra la pata de la silla y perdió el equilibrio. Tambaleó hacia delante y, antes de poder recuperarse, su frente chocó ligeramente contra el abdomen de William con un suave golpe.
Sonrojada por la vergüenza, intentó levantarse rápidamente, buscando algo a lo que agarrarse para mantener el equilibrio, pero, por desgracia, sus manos aterrizaron, precisamente, en su entrepierna.
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