Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 121
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Capítulo 121:
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Unos minutos más tarde, tenía el número en su bandeja de entrada. Marc apretó la mandíbula mientras marcaba el número.
El teléfono de Stella sonó. Ella miró el número desconocido y dudó. Podría ser un cliente potencial, así que contestó.
—Hola, Stel…
El sonido de la voz de Marc le hizo querer colgar al instante.
Pero, como si sintiera su impulso, él se apresuró a intervenir. «Espera, no cuelgues. Sé que hoy la he fastidiado, ¿vale? Lo siento. Pero tengo información sobre el Grupo Haywood. Pensé que quizá te interesaría saberlo».
Ella no dijo nada. Marc insistió: «Haremos un trato. Yo te doy la información y tú me das la fórmula que utilizaste para tratar mis dolores de cabeza».
Stella puso los ojos en blanco, adivinando que no tenía ninguna información real. Solo era otro truco para engañarla.
—Lo siento, creo que se ha equivocado de persona. No sé nada de ninguna fórmula. Y, como ya le he dicho, no soy Stella. Así que no tengo ni idea de lo que está hablando.
Marc perdió los nervios. Ya le latía con fuerza la cabeza y el tono de ella solo lo enfureció más.
—Stella, no juegues conmigo. ¡Solo es una fórmula para los dolores de cabeza! Si no me la das, encontraré a alguien que la descifre. —Su voz se volvió amarga—. Si es por dinero, te pagaré lo que sea. De todos modos, te aferras a William por dinero. Aquí tienes la oportunidad de cobrar sin tener que humillarte ante un hombre. ¿No es beneficioso para todos?».
Stella se rió. Una risa plena y sonora. «¿Esa fórmula? Sí, la conozco. Ya que eres tan generoso… ¿qué tal mil millones por ella?».
Marc se quedó paralizado. «¿Mil millones? ¿Estás loca? ¿Qué remedio para el dolor de cabeza vale tanto?».
Ella no perdió el ritmo. —Sr. Walsh, eso es muy generoso viniendo de un hombre que dice que todo tiene un precio. ¿Cuál es el problema? ¿No puede permitírselo? ¿Ya está en bancarrota?
Antes de que él pudiera decir otra palabra, colgó y bloqueó el número.
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Stella tiró el teléfono sobre la mesa y se recostó en la silla. Tenía la mente despejada y el corazón aún más.
Las últimas semanas habían sido un torbellino de acuerdos cerrados y victorias profesionales.
Y ahora había llegado la confirmación definitiva. La carta de nombramiento oficial. William iba a celebrar una junta de accionistas para hacerlo público: ella sería nombrada directora general de Nebula. El anuncio estaba previsto para mañana.
A la mañana siguiente, Stella llegó a Nebula puntualmente.
La sala de reuniones ya estaba llena de altos directivos de la empresa.
Cuando entró, todas las cabezas se volvieron hacia ella.
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