Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 1157
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Capítulo 1157:
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Eso fue la gota que colmó el vaso para Stella.
Miró el reloj: eran las 5:10 p. m. Todavía faltaba más de una hora para la boda.
Con el corazón latiéndole con fuerza, cogió su bolso de mano. «Iré con usted, pero primero tengo que llamar a mi abuelo y a mi hermano», le dijo al guardia, mientras buscaba su teléfono.
Él se interpuso inmediatamente delante de ella. «Señorita Russell, no hay tiempo. Los médicos dicen que el señor Briggs se encuentra en estado crítico y que puede que no le quede mucho tiempo».
Se le encogió el pecho.
William le había dicho que esperara, pero las imágenes de la televisión y la línea telefónica muerta la habían dejado frenética. Asintió. «De acuerdo. Vamos».
Una expresión de triunfo cruzó el rostro del guardia por una fracción de segundo antes de que la ocultara. —El coche está listo. Por aquí, por favor.
La condujo por el pasillo a paso ligero.
Sin embargo, justo cuando se acercaban a la salida lateral, una pequeña y molesta duda la hizo detenerse. «Espere. Tengo que volver a la sala para coger algo», dijo, girándose hacia la habitación que había dejado.
La situación no le cuadraba. ¿Por qué era un solo guardia de seguridad el que le daba una noticia tan devastadora?
¿Por qué no se había notificado a Steven ni a su hermano? Para una familia como los Carter, cualquier accidente en Choria se habría comunicado inmediatamente a los superiores.
La expresión del guardia se endureció. «Señora Russell, ¿hay algo más importante que la vida de su marido que necesite recoger?».
«Un momento», insistió ella, aunque su pulso se aceleraba.
Antes de que pudiera moverse, él le agarró el brazo con una fuerza que la sorprendió, y su tono se volvió frío y definitivo. «Como se niega a cooperar, lo siento».
Un dolor explosivo le recorrió la nuca y su visión se volvió borrosa. El mundo se inclinó y luego se disolvió en la oscuridad cuando su cuerpo se derrumbó.
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Justo antes de que todo se quedara en silencio, oyó débilmente la voz del guardia diciendo: «El objetivo está en el coche. Vamos».
Poco a poco, Stella recuperó el conocimiento y se dio cuenta de que estaba tumbada en el asiento trasero de un coche.
Tenía las manos atadas a la espalda y la boca sellada con cinta adhesiva.
Un fuerte dolor de cabeza le atravesaba el cráneo y el dolor en la nuca le recordaba la reciente agresión.
«Vaya, mira quién se ha despertado ya».
Desde el asiento del conductor llegó una voz que reconoció.
Era Nina. Llevaba un vestido de noche negro que contrastaba con el vestido de novia de Stella.
Conduciendo con una mano, Nina esbozó una sonrisa cruel y una luz vengativa brilló en sus ojos. «¿Sorprendida? Esta boda será el último día que recuerdes».
Stella la miró con ira e intentó hablar, pero solo unos sonidos ahogados lograron atravesar la cinta adhesiva.
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