Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 1144
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Capítulo 1144:
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Haley se inclinó hacia delante y su voz cortó el aire como el cristal. «Le rogué a Stella que se asociara conmigo, ¿sabes? Una y otra vez. ¿Su respuesta? Que no quiere volver a verte nunca más».
«Ni nada que tenga que ver contigo. Sin esta empresa, ¿crees que te prestaría siquiera una mirada?».
Al oír el nombre de Stella, la mente de Marc se llenó de imágenes de su puro afecto.
Marc se consumía por el arrepentimiento, hundiéndose más en él con cada respiración que pasaba.
Si el Grupo Walsh desaparecía, también lo haría el último rastro de quien había sido una vez. Sin él, no sería nada, y Stella nunca volvería a mirarlo.
Por fin, con los dedos temblorosos, cogió el bolígrafo. Tras una larga y vacía pausa, lo presionó contra el papel y firmó el acuerdo de adquisición.
Haley recogió los documentos con una sonrisa de satisfacción, con un tono ligero pero dominante. «Una decisión acertada. La transición se completará en una semana. Después, serás el presidente honorario y un accionista minoritario del Grupo Walsh».
Sin mirar a Marc ni una sola vez más, salió con paso firme, con los tacones resonando como una marcha triunfal.
Pero la concesión de Marc no le proporcionó paz.
Tres días después de que se cerrara la adquisición, mientras Marc estaba recogiendo su oficina, su asistente irrumpió en ella con cara de pánico.
«¡Sr. Walsh! Haley está en negociaciones con una empresa de inversión extranjera. ¡Está preparando la venta total del Grupo Walsh!».
A Marc se le heló la sangre. Entró furioso en la oficina de Haley, ignorando a la secretaria y abriendo la puerta de un portazo.
«¿Va a vender el Grupo Walsh a una empresa extranjera?», preguntó con voz llena de furia e incredulidad.
Haley revisaba tranquilamente un contrato, sin siquiera mirarlo. «Las noticias vuelan. El Grupo Cohen ofrece mil millones. ¿Por qué iba a rechazarlo?».
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A Marc se le cortó la respiración. «¿El Grupo Cohen? ¡Son buitres! ¡Destrozan empresas y las venden por partes! ¡No construyen, destruyen!».
Haley finalmente levantó la vista, con los ojos brillantes de crueldad. —¿Y eso qué tiene que ver conmigo? Soy la propietaria de todas las acciones. Puedo venderlas a quien me plazca. Si el Grupo Walsh tiene un valor e e mayor por partes que en su conjunto, ¿por qué debería mantenerlo vivo? Mil millones son mil millones.
Marc dio un golpe con las palmas de las manos sobre su escritorio. La rabia lo invadió. «¡Haley, no puedes hacer esto! ¡El Grupo Walsh es toda mi vida! ¡Prometiste que no lo venderías! ¡No puedes entregárselo al Grupo Cohen!».
Se aferraba a su título de presidente honorario, pero si la empresa desaparecía, el título no significaría nada, solo sería un nombre vacío.
Haley se levantó de su asiento con expresión gélida. —No te pongas sentimental. Tras la venta, el Grupo Cohen te pagará tu cinco por ciento en efectivo.
—¡No quiero dinero! —rugió Marc—. ¡Quiero que el Grupo Walsh permanezca intacto!
La paciencia de Haley se agotó. «Marc, ¿quién eres tú para exigir nada? Si no hubiera mostrado piedad por nostalgia, ¡ahora mismo no tendrías ni un centavo!».
La ira de Marc se convirtió en desesperación. Tragó saliva y bajó la voz. «Haley… Sé que te hice daño. No debería haberte tratado así. Por favor, por lo que una vez tuvimos, no vendas el Grupo Walsh. Si lo que quieres es casarte, ¡me casaré contigo ahora mismo!».
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