Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 1124
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Capítulo 1124:
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La mirada de William se cruzó con la de ella, silenciosa pero clara: era hora de irse. Justo cuando se daban la vuelta, ella vio a Jeff acercándose hacia ellos, agarrando una caja negra. Su rostro parecía tenso, ansioso. «¿Jeff?», lo llamó ella, dando un paso adelante. «Espera, ¿qué es eso?». Él dudó, con la mirada oscilando entre ella y William. «Stella, tengo algo importante que darte».
William se interpuso entre ella y Jeff al instante, con tono gélido. —¡Quédate ahí y suelta la caja! ¡Ahora mismo!
Las manos de Jeff temblaban. —Sr. Briggs, se equivoca, esto es… —Antes de que pudiera terminar, se produjo un movimiento borroso desde un lado.
Alguien se abalanzó sobre Jeff y lo derribó al suelo.
La caja cayó al suelo con un fuerte golpe metálico.
En la tenue y parpadeante luz, Stella contuvo el aliento al ver a la persona que lo había atacado. «¿Nina?».
Los ojos de Nina ardían de furia mientras miraba a Jeff con odio. «¡Traidor!».
La palabra atravesó el aire tenso como una navaja. Todos los presentes se quedaron paralizados, mirando con sorpresa, sin saber muy bien qué estaba pasando.
Los guardias de seguridad entraron corriendo. En cuestión de segundos, Jeff y Nina fueron reducidos. William mantuvo a Stella cerca, protegiéndola mientras se dirigían rápidamente hacia el ascensor.
Cuando llegaron al ascensor, Stella seguía aturdida, con la mente dando vueltas en círculos.
¿Qué acababa de pasar? ¿Por qué llevaba Jeff esa caja negra? Y Nina… ¿por qué estaba allí? ¿No se suponía que seguía en prisión?
Sus pensamientos se enredaban como cables, hasta que la voz tranquila de William la devolvió al presente. Él la rodeó con un brazo firme por los hombros.
—Jeff fue comprado por Erebus —dijo en voz baja—. La caja que llevaba… era de ellos. Probablemente una bomba.
Stella abrió mucho los ojos. —¿Cómo es posible? ¿Jeff? —Su voz se quebró ligeramente—. Era mi subordinado, el alumno más prometedor del profesor Taylor. Me parece imposible que pudiera formar parte de Erebus.
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William le entregó una carpeta delgada. —Revisamos su cuenta. Recibió una gran transferencia desde el extranjero. Su teléfono muestra mensajes con contactos de Erebus.
Sus manos temblaban mientras la cogía. Las palabras de la página se le veían borrosas, demasiado crueles para comprenderlas. Pensó en la sonrisa sincera de Jeff, en su empuje y en su tranquila admiración. No encajaba con la imagen de un traidor.
Se obligó a preguntar: «¿Y Nina? ¿Por qué estaba allí?».
El rostro de William se ensombreció. «Ella nos avisó de la traición de Jeff».
Eso solo aumentó la confusión de Stella.
Si Nina era la informante, ¿por qué llamó traidor a Jeff? ¿Y por qué ella, precisamente ella, traicionaría a Erebus? Nina era la que más deseaba su muerte. Nada de eso tenía sentido.
Tras un largo silencio, Stella dijo en voz baja: «Quiero verlos».
William no la detuvo. La llevó a un pequeño sótano sin ventanas donde tenían retenido a Jeff.
Él estaba sentado encorvado, con la cabeza gacha, las muñecas atadas y sin decir nada. Stella se detuvo en la puerta. Su voz era firme, pero baja.
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