Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 1116
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Capítulo 1116:
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Amon solo se encogió de hombros, con los ojos brillantes de diversión. «Solo te estoy dando una lección. Ya sabes que estoy aquí por ti. Ven conmigo sin protestar y te prometo que no tocaré a tu compañero».
Jeff forcejeó contra las cuerdas y consiguió quitarse la toalla de la boca. Su voz sonó ronca, pero desafiante. «¡Stella, no te preocupes por mí! No se atreverán a hacer mucho en el campus, ¡ve a buscar ayuda! ¡Yo puedo encargarme de esto!».
Uno de los guardaespaldas le presionó la fría barra de metal contra el cuello. Jeff aspiró aire bruscamente, con el dedo herido palpitando de dolor.
Al ver que el hombre volvía a levantar la barra, Stella gritó: «¡Alto! Iré contigo, pero tienes que prometerme que lo liberarás en cuanto me vaya».
William la agarró del brazo, entrecerrando los ojos en señal de desaprobación. —No, Stel. No puedes ir con él.
Stella se volvió hacia él, con el corazón destrozado. —No puedo permitir que Jeff siga sufriendo por mi culpa. —Su voz era suave, pero lo suficientemente firme como para no dejar lugar a discusiones.
Jeff ya había sufrido bastante. A pesar de ser inocente, seguía viéndose arrastrado a sus problemas. Si ella no se enfrentaba al peligro, nunca se perdonaría la culpa que sentía en su pecho.
William apretó la mandíbula mientras su mirada se desplazaba hacia Amon, que estaba cerca, con una expresión indescifrable. —Amon, ¿te das cuenta de lo que estás haciendo?
Amon se recostó en su silla, con una leve y despreocupada sonrisa en los labios. —Por supuesto que sí. Lo has dicho durante años: «De tal padre, tal hijo». Bueno, aquí estoy, demostrando que tienes razón.
Stella se quedó paralizada. No quería creer que lo dijera en serio. Tenía que haber algo más detrás de esa máscara de indiferencia.
Antes de que nadie pudiera hablar, un disparo rasgó el aire. El sonido atravesó el auditorio y destrozó una luz del techo. Los fragmentos de cristal llovieron, brillando como estrellas rotas.
Los gritos estallaron cuando el pánico se extendió entre la multitud. Los guardias del escenario se dispersaron y Jeff se quedó solo bajo la intensa luz del foco.
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La expresión de Amon cambió en un instante. Quienquiera que hubiera conseguido introducir un arma, tenía que ser Erebus. Se puso en pie de un salto, con los músculos tensos.
Pero Stella no pensó, no dudó. Corrió hacia el escenario, abriéndose paso entre la confusión y el caos, y se abalanzó sobre Jeff.
De repente, unas bombas de humo rodaron por el suelo, inundando el auditorio con una espesa niebla.
Alguien la agarró del brazo. En medio de la confusión, Stella sintió que la arrastraban fuera del escenario, con Jeff a su lado.
Tropiezaron a través de la niebla, bajaron por la salida trasera, hasta que salieron al aire libre detrás de la escuela. Solo entonces Stella vio quién los había salvado. ¿Haley?
Corrieron por el césped, donde Haley finalmente soltó la mano de Stella, jadeando, con las manos apoyadas en las rodillas.
Stella seguía recuperando el aliento unos pasos detrás de ella, con el pecho subiendo y bajando. La conmoción brilló en sus ojos, dando paso rápidamente a la sospecha. «Haley… ¿por qué estabas en el auditorio?».
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