Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 1097
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Capítulo 1097:
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Más tarde, de vuelta en el hospital, el médico vendó la herida mientras Stella se sentaba a su lado y le explicaba solo lo que Jasmine necesitaba oír.
Jake, el llamado Justin, había estado llevando a cabo una estafa. Quería su dinero, no su corazón. Stella no mencionó a Erebus.
Esa parte de la historia era veneno, y Jasmine no lo necesitaba en sus venas. Cuanto menos supiera, más segura estaría. Jasmine ya había pasado por suficiente.
Cuando el médico se marchó, Stella sacó una pequeña tarjeta bancaria y la puso en la mano de Jasmine. Su voz se suavizó.
—Te he devuelto tu dinero. Cada centavo. Guárdalo bien, ¿de acuerdo? Nunca encontrará a otra mujer como tú, y créeme, recibirá su merecido.
Jasmine se quedó mirando la tarjeta durante un momento y luego soltó una risa amarga. La dejó sobre la mesita de noche, como si ya no importara.
«¿Acaso importa? Me siento como una idiota». Sacudió la cabeza, con los ojos apagados y enrojecidos. «Realmente creía que me quería».
Stella la miró a los ojos y le apartó un mechón de pelo de la mejilla. —No eres estúpida, Jasmine. Eres buena. Confiaste en alguien que no se lo merecía. Eso no es un defecto. Es simplemente… humano.
Entonces, la puerta se abrió silenciosamente y William entró. Sus ojos se posaron en Stella y le hicieron una señal silenciosa.
Stella apretó la mano de Jasmine por última vez antes de salir al pasillo.
William bajó la voz, lo suficiente para que solo ella pudiera oírlo. —Lo hemos encontrado, al tipo del tatuaje del escorpión. Lo llaman Escorpión. Es uno de los mejores asesinos de Erebus, especializado en eliminar objetivos de alto valor.
Stella frunció el ceño, su mente ya estaba atando cabos. «Así que realmente se trataba de mí desde el principio», dijo en voz baja. «Jasmine solo era su forma de entrar».
William asintió lentamente, con expresión sombría. —Y eso no es lo peor. Mi contacto dice que están planeando algo más grande. Solo que no sé cuándo actuarán.
Había un destello de frustración en sus ojos, algo que Stella rara vez veía.
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Erebus no era un enemigo al que pudiera vencer con la fuerza bruta. Eran demasiado grandes, demasiado organizados.
Por primera vez, ella pudo percibir que esa idea le asustaba: que algún día tal vez no podría protegerla.
Stella apartó la mirada, con un nudo en el pecho. La idea de ser perseguida ya no le sorprendía, solo le resultaba pesada, inevitable. Como oír el tictac del reloj que marca el inicio de algo ineludible.
¿Qué tenían contra ella? ¿Por qué iban tan lejos para acabar con ella?
Tras un momento de silencio, preguntó: «¿Dónde está Jake ahora?».
William exhaló. «Sigue en el mismo sitio».
Algo agudo brilló detrás de la calma de Stella. Sus labios se curvaron ligeramente, no por amabilidad, sino por reflexión.
«Bien», dijo. «Quizás sea hora de darle la vuelta al juego».
Jasmine yacía en la cama del hospital, mirando fijamente al techo. Su mente seguía volviendo a Jake: su sonrisa, sus promesas, la facilidad con la que solía pronunciar su nombre.
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