Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 1011
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Capítulo 1011:
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Lo único que ella quería era ir de compras tranquilamente, pero ahí estaba él otra vez, pegado a ella como un parásito indeseado.
Lainey estaba al lado de Stella, poniendo los ojos en blanco con tanta fuerza que le dolían, deseando con todas sus fuerzas que William apareciera y se llevara a Marc.
Una voz profunda y firme resonó, teñida de desdén. —Marc, ¿todavía pierdes el tiempo de compras?
Stella entrecerró los ojos, y la sensación de desasosiego en su pecho le advirtió que las cosas habían ido de mal en peor.
Marc se tensó por la sorpresa y su rostro se torció en una sonrisa incómoda. —William, ¿qué te trae por aquí?
—He venido a reunirme con un socio —respondió William con tono tranquilo pero firme, mientras fijaba la mirada en Marc. En ese momento, su mirada se desvió hacia la escalera mecánica, donde cruzó la mirada con Lainey e intercambió con ella un breve gesto de complicidad.
Lainey se inclinó rápidamente hacia Stella y le susurró: «¡Deberíamos escabullirnos al otro lado mientras están distraídos!».
Sin embargo, Stella negó con la cabeza con firmeza. —No tenemos nada de qué avergonzarnos, ¿por qué molestarnos en escondernos?
Sus ojos se volvieron gélidos mientras miraba directamente a los dos hombres que estaban abajo, tratándolos con la indiferencia que se reserva a los desconocidos. Una vez que la escalera mecánica tocó el suelo, Stella avanzó sin vacilar y Lainey la siguió de cerca.
«¡Stel, qué sorpresa encontrarte aquí!».
Marc se inclinó hacia delante con un entusiasmo forzado, ignorando deliberadamente a William. «¿También has salido de compras, Stel? ¿Qué tal si vamos juntos?».
Stella le lanzó una mirada fría, con palabras que rezumaban desdén. —Ahórratelo. No perdería el tiempo yendo de compras contigo. Pasó junto a William como si fuera invisible, con pasos rápidos y decididos a marcharse.
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La mirada de William se oscureció brevemente, pero lo disimuló rápidamente y dijo con firmeza: «Stella, necesito hablar contigo. Es sobre tu experimento».
Lainey aprovechó la oportunidad y intervino con tono alegre: «Stel, ¿no mencionaste que habías tenido algunos problemas con tu proyecto? ¿Por qué no le preguntas a William ahora?».
Una chispa de esperanza cruzó la mirada de William, seguro de que Stella rara vez rechazaba asuntos de trabajo.
Sin embargo, la voz de Stella sonó fría y distante, sin siquiera mirarlo. «Es fin de semana y no tengo intención de hablar de trabajo».
La respuesta dejó a William momentáneamente atónito, y Lainey se movió incómoda, lanzándole una mirada torpe.
No se le podía culpar de nada, ella había hecho todo lo posible por acercarlos.
Marc soltó una risita y volvió a mirar a Stella. —Los fines de semana son para relajarse. Probablemente aún no hayas cenado, ¿verdad, Stel? Puedo reservar en el restaurante que tanto te gustaba. Tu amiga también es bienvenida.
Lainey se irritó ante la insistencia de Marc. Antes de que Stella pudiera decir una palabra, intervino con brusquedad: «No será necesario. Nos quedan muchas tiendas por visitar, señor Walsh, así que no queremos robarle su tiempo».
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