Exesposa desechada: Renaciendo de las cenizas - Capítulo 264
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Capítulo 264:
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La ira se reflejó en su rostro. —Si te entregas, te obligarán a contarlo todo. Yo también estaré implicada.
—¿No es eso lo que te da miedo? —preguntó Herod—. «¿Que les diga la verdad? ¿Que los atentados fueron idea tuya? ¿Que lo planeaste todo?».
«Nunca te creerán», dijo Rose, pero la incertidumbre se reflejó en su voz. «Tú eres quien le guarda rencor a Victoria Kane. Tú eres quien dejó las huellas dactilares en los lugares de los atentados. Tú eres quien tenía los planos en tu apartamento».
«Planes que tú pusiste allí», dijo Herod. «Pero cometiste un error».
«¿Qué error?», preguntó Rose.
«Te volviste codiciosa. Los diarios falsos, los planos, era demasiado. Demasiado perfecto. Parece un montaje».
Rose palideció ligeramente. «Estás delirando».
«¿Ah, sí?», Herod se acercó a su chaqueta y sacó algo del bolsillo: una pequeña grabadora digital. « He estado grabando nuestras conversaciones, Rose. Desde hace días. Desde que sospeché que me estabas tendiendo una trampa».
Rose se abalanzó sobre la grabadora, pero Herod la mantuvo fuera de su alcance. «Es demasiado tarde. Ya he hecho copias. Las he enviado a personas que sabrán qué hacer con ellas si me pasa algo».
«Mientes», siseó Rose, pero la duda se reflejó en sus ojos.
«Quizás», dijo Herod guardando la grabadora en el bolsillo. «Pero ¿puedes arriesgarte?».
Se quedaron frente a frente, con el aire cargado de tensión. En los ojos de Rose, Herod vio algo que nunca había visto antes: miedo. Miedo de verdad.
«¿Qué vas a hacer?», preguntó ella finalmente.
«Lo que Charles hubiera querido que hiciera». Herod cogió su teléfono de la mesita de noche. «Entregarme. Contarlo todo. Asumir mi responsabilidad en esta locura».
«Te encerrarán para siempre», advirtió Rose, con un toque de desesperación en su voz.
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—Probablemente —admitió Herod—. Pero al menos podré volver a mirarme en el espejo.
Rose lo observó, con la mente visiblemente acelerada. Luego sonrió, esa sonrisa lenta y segura que una vez le había acelerado el corazón. Ahora solo le entristecía.
—No lo harás —dijo ella—. Estás demasiado asustado. Demasiado débil. Por eso tuve que planearlo todo. Por eso tuve que empujarte a actuar.
Herod negó con la cabeza. —Te equivocas. Fui débil cuando dejé que me manipularas. Cuando te ayudé a hacer daño a personas inocentes. Ahora estoy encontrando mi fuerza. Marcó un número en su teléfono. Rose lo observó, con su confianza tambaleándose.
«¿A quién llamas?», preguntó.
«Al FBI». Herod la miró fijamente mientras se llevaba el teléfono al oído. «Es hora de acabar con esto».
Rose cogió su bolso y corrió hacia la puerta. «Estás cometiendo un terrible error».
«No», dijo Herod en voz baja. «Ya cometí mis errores. Ahora estoy intentando arreglarlos».
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