Exesposa desechada: Renaciendo de las cenizas - Capítulo 233
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Capítulo 233:
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Su madre se acercó con cautela. «¿Me permites?», preguntó, extendiendo la mano hacia Camille.
Camille se la tendió, permitiendo que su madre examinara el anillo.
«Es precioso», dijo su madre en voz baja. «El fénix, te queda muy bien».
«Eso es lo que pensé», respondió Alexander. «Un símbolo de en quién se ha convertido».
«¿Y cuándo es la boda?», preguntó alguien.
Camille y Alexander intercambiaron miradas. «Aún no hemos fijado la fecha», dijo ella. «Queríamos terminar primero con el lanzamiento de Grid».
«Bueno, ahora podéis centraros en algo alegre», dijo Hannah, levantando su copa. «¡Por Camille y Alexander!».
Todos brindaron por su salud, les felicitaron, les hicieron preguntas sobre sus planes y les tomaron el pelo por haber guardado un secreto tan grande.
Durante todo ese tiempo, Camille se dio cuenta de que su padre se mantenía al margen, mirándola con una expresión que no lograba descifrar. Cuando hubo un momento de pausa entre las felicitaciones, se acercó a él.
«Estás muy callado», le dijo.
Él asintió con la cabeza, mirando su copa. «Me he perdido gran parte de tu vida. Tu éxito profesional. Tu encuentro con Alexander. Ahora tu compromiso». El dolor se reflejó en su rostro. «Solo puedo culparme a mí mismo».
Camille sintió cómo el viejo dolor resurgía en su interior, pero también algo más: un pequeño deseo de sanar. «Ahora estás aquí», dijo. «Eso es un comienzo». Él levantó la vista, con esperanza en los ojos. «¿Es suficiente?».
«Aún no lo sé», respondió ella con sinceridad. «Pero no es nada».
Él pareció comprender que eso era lo máximo que ella podía ofrecer en ese momento. Asintió y levantó ligeramente su copa. «Parece un buen hombre. Mejor que…». Se detuvo.
«¿Mejor que Stefan? Sí. Mucho mejor». La voz de Camille no tenía amargura, solo certeza.
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Al otro lado de la sala, Victoria dio un golpecito en su copa, lo que hizo que las alegres conversaciones se detuvieran. Todas las cabezas se volvieron hacia ella, con respeto automático en su atención.
«Me gustaría decir algo», anunció. Su voz, normalmente controlada y mesurada, tenía un tono inusual de emoción.
Se acercó a Camille y se colocó a su lado, alta y erguida como siempre, pero con una suavidad en los ojos que pocos habían visto antes.
«Hace veintidós meses», comenzó Victoria, «encontré a una joven que lo había perdido todo. Su matrimonio. Su familia. Su sentido de identidad».
La sala quedó en completo silencio. Victoria rara vez hablaba de aquella noche, de cómo ella y Camille se habían unido.
«Lo que me impactó entonces no fue su dolor, aunque era considerable. Ni su pérdida, aunque era grande». La mirada de Victoria recorrió la sala antes de volver al rostro de Camille. «Lo que me impactó fue su fuego. Su negativa a extinguirse». Camille sintió que se le hacía un nudo en la garganta por la emoción.
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