Exesposa desechada: Renaciendo de las cenizas - Capítulo 218
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Capítulo 218:
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La luz de la luna se filtraba por las ventanas del ático de Camille, que iban del suelo al techo, proyectando largas sombras plateadas por toda la sala de estar. La ciudad brillaba abajo, con millones de luces que pronto serían alimentadas por la red Phoenix. Camille estaba de pie junto a la ventana, con una copa de champán sin tocar en la mano, observando el mundo que estaba a punto de cambiar.
La puerta se abrió detrás de ella. El reflejo de Alexander apareció en el cristal, con la corbata aflojada y la chaqueta quitada. Se acercó a ella con pasos silenciosos, sin apartar la mirada de su rostro.
—Hannah acaba de llamar —dijo, con voz baja en el silencio de la habitación—. Han encontrado rastreadores en los archivos que le pasaron a Walsh. Herodes accedió a ellos hace tres horas.
Camille se volvió, con una sonrisa en el rostro. —¿Así que mordieron el anzuelo?
—Por completo. —Alexander acortó la distancia entre ellos y le tomó la mano libre—. Los rastreadores se activaron y los localizaron en el ático de Herod, pero solo por un momento. Deben de haber descubierto la vigilancia. Cuando llegó el equipo de seguridad, ya se habían ido sin dejar rastro.
La satisfacción calentó el pecho de Camille. Durante meses, Rose y Herod habían estado un paso por delante, obligándola a reaccionar, a defenderse. Ahora, por fin, las tornas habían cambiado.
«¿Y Walsh?», preguntó ella.
«Bajo vigilancia. No sabe que le hemos descubierto». Alexander le quitó la copa de champán de la mano y dejó ambas copas en una mesa cercana. «Sabemos que reconocieron nuestra trampa, pero no antes de revelar que tenían los archivos. Ahora están en paradero desconocido, pero al menos sabemos que nuestras sospechas eran correctas».
Camille sintió que algo se aflojaba en su interior, una tensión que había soportado durante tanto tiempo que casi había olvidado lo que se sentía sin ella. «Los hemos atrapado», susurró, casi temerosa de decir las palabras en voz demasiado alta, como si eso pudiera romper el hechizo. «Cayeron en nuestra trampa, aunque lograron escapar».
Las manos de Alexander se posaron sobre sus hombros, sólidas y cálidas a través de la fina tela de su blusa. —Les has ganado, Camille. Esta era tu estrategia. Tu trampa.
Ella negó con la cabeza, sin querer atribuirse todo el mérito. —Hannah descubrió a Walsh. Victoria ayudó a planear la información falsa. Tú proporcionaste seguridad adicional. Fue un esfuerzo de equipo.
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«Un equipo que tú lideraste». Los ojos de Alexander se clavaron en los de ella, llenos de una admiración que a veces todavía la pillaba desprevenida. «¿Te das cuenta de lo lejos que has llegado en veinticinco meses? Desde aquella noche en el aparcamiento hasta ahora, es increíble».
Camille sintió que se le hacía un nudo en la garganta por una emoción inesperada. Había estado tan centrada en el siguiente reto, la siguiente batalla con Rose, que rara vez se detenía a pensar en el camino recorrido. De víctima destrozada a artífice de su propia recuperación, de su propio triunfo.
«Nunca pensé que llegaría este momento», admitió, volviéndose hacia la ventana, con el vasto paisaje urbano extendiéndose ante ellos. «Hubo momentos en los que pensé que Rose ganaría. Que, hiciera lo que hiciera, ella encontraría la manera de destruir todo lo que yo había construido».
Alexander la rodeó con sus brazos por detrás, atrayéndola hacia el calor de su pecho. Apoyó la barbilla en su hombro y sus reflejos se fundieron en el cristal de la ventana. «Nunca tuvo ninguna oportunidad», murmuró. «No contra ti».
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