Exesposa desechada: Renaciendo de las cenizas - Capítulo 162
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Capítulo 162:
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—Camille —murmuró con voz ronca y débil.
—Estoy aquí —repitió Camille, apretándole la mano con suavidad—. La operación ha sido un éxito. Han extirpado todo el tumor.
La mirada de Victoria vagó por la habitación, observando su entorno con creciente conciencia. «¿Cuánto tiempo?».
«Poco más de cuatro horas», le dijo Camille. «El Dr. Lin dijo que la propagación era menor de lo que temían. Tu pronóstico es excelente».
Victoria asintió ligeramente, un movimiento que claramente le costó esfuerzo. «¿La empresa?».
Incluso ahora, incluso aquí, los pensamientos de Victoria se dirigieron a Kane Industries. Camille casi sonrió.
—Todo está bajo control —le aseguró—. La sección A de la Red está plenamente operativa. El precio de las acciones se mantiene estable. He informado a la junta de que la operación ha sido un éxito y de que estás descansando.
—Bien —susurró Victoria. Sus párpados se cerraron, aún bajo los efectos de la medicación.
Camille se inclinó hacia ella. —Victoria —dijo en voz baja—, he leído tus notas.
Los ojos de Victoria se abrieron de nuevo y se fijaron en el rostro de Camille con sorprendente claridad. «Tengo que decirte algo», continuó Camille, con la voz entrecortada.
«Algo que debería haber dicho antes».
Victoria esperó, con una paciencia poco habitual en su mirada.
«Me salvaste», dijo Camille simplemente. «No solo de Rose y Stefan. No solo de ser destruida.
Me salvaste de convertirme en alguien como ellos, alguien que solo toma, que solo arruina lo que otros construyen».
Hizo una pausa, reuniendo valor para decir las palabras más importantes. «Cuando mi propia madre eligió a Rose en lugar de a mí, tú me elegiste a mí. Tú me viste cuando nadie más lo hizo. Te convertiste en…».
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La voz de Camille se quebró, las lágrimas amenazaban con volver a brotar. «Te convertiste en mi madre. No por sangre, sino por todo lo que importa».
Los dedos de Victoria se cerraron alrededor de los suyos con una fuerza inesperada. Por un momento, Camille temió haber ido demasiado lejos, haber cruzado una línea que Victoria nunca permitiría. Pero cuando miró a los ojos de Victoria, vio algo que nunca había visto antes: lágrimas acumulándose en las comisuras, haciendo brillar las iris grises en la tenue luz.
«Lo sé», susurró Victoria.
Solo dos palabras, pero contenían todo lo que Camille necesitaba oír. Victoria lo sabía. Lo entendía. Aceptaba el vínculo que las unía, no como mentora y alumna, ni como benefactora y beneficiaria, sino como madre e hija en lo que realmente importaba.
Los ojos de Victoria comenzaron a cerrarse de nuevo, la medicación la empujaba de nuevo hacia el sueño. «Quédate», murmuró, aflojando el agarre de la mano de Camille mientras la conciencia se le escapaba.
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