Exesposa desechada: Renaciendo de las cenizas - Capítulo 159
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Capítulo 159:
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Las lágrimas volvieron a brotar. Camille las contuvo, decidida a continuar.
«Nunca he sido expresivo. Las emociones eran un lujo que no podía permitirme cuando construí Kane Industries. Quizás olvidé cómo expresarlas por el camino. Pero debes saber esto, Camille: en ti encontré a la hija de mi corazón. No un sustituto de…».
«Sophia, nadie podría ser eso, pero sí una segunda oportunidad que nunca esperé». La voz de Camille se quebró al pronunciar las últimas palabras. Alexander le apretó la mano, tranquilizándola.
«Si sobrevivo a esta operación», siguió leyendo, «quizá nunca vuelva a hablar de estas cosas. El orgullo es un hábito difícil de romper, especialmente a mi edad. Pero necesitaba que supieras, de una vez por todas, que eres más que mi heredera. Eres mi legado en el sentido más verdadero, no los edificios que llevan mi nombre o la empresa que construí, sino la mujer extraordinaria en la que te has convertido».
La carta continuaba con consejos prácticos sobre la empresa, pero Camille no pudo seguir leyendo. Cerró la carpeta y la apretó contra su corazón, con las palabras de Victoria resonando en su mente.
«Nunca me dijo nada de esto», susurró. «Ni una sola vez».
«Hay personas que solo pueden decir ciertas cosas por escrito», dijo Alexander con delicadeza. «O cuando temen que se les acaba el tiempo».
Camille asintió, invadida por la comprensión. Victoria le había dado tanto: una nueva identidad, un propósito, un futuro. Y ahora, en estas páginas, le había dado algo aún más precioso: la certeza de que era verdaderamente amada.
«Tiene que sobrevivir», dijo Camille, con una nueva determinación en su voz. «Tiene que hacerlo. Porque necesito decirle…».
«¿Decirle qué?», preguntó Alexander cuando ella se quedó en silencio.
Camille miró hacia las ventanas, donde comenzaba a amanecer y una pálida luz se filtraba a través de las nubes de lluvia. —Que ella me salvó. No solo de Rose y Stefan, no solo de ser destruida. Ella me salvó de convertirme en alguien como ellos, alguien que solo toma, que solo destruye.
Se volvió hacia Alexander, con los ojos brillantes por las lágrimas contenidas y una nueva claridad. —Victoria Kane me devolvió a mí misma y luego me dio una madre. Una madre de verdad. Necesito que lo sepa antes de…
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La puerta se abrió y un médico con bata quirúrgica apareció en el umbral. Camille se quedó paralizada, con el corazón latiéndole con fuerza contra las costillas. Era demasiado pronto. Demasiado pronto para que la operación hubiera terminado.
—¿Señora Kane? —dijo el médico—. Ha habido un cambio. Tiene que venir conmigo inmediatamente.
Camille se puso de pie, con la carpeta de Victoria apretada contra el pecho como si fuera una armadura. Alexander se levantó a su lado, con la mano en la parte baja de su espalda, en una silenciosa promesa de apoyo.
Fuera lo que fuera lo que le esperaba al otro lado de esa puerta, esperanza o desamor, Camille lo afrontaría con la cabeza alta, tal y como Victoria le había enseñado. Porque eso es lo que las hijas hacen por sus madres. Las hacen sentir orgullosas, incluso en los momentos más oscuros. Especialmente entonces.
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