Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey - Capítulo 903
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Capítulo 903:
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«Nuestra Gran Reina ha desempeñado un papel fundamental en esto. Tantos lazos. Tanta felicidad».
«Es extraordinaria, ¿verdad?», sonrió el rey Daemonikai, incapaz de ocultarlo.
El sanador se rió suavemente y asintió con la cabeza. «Así es. Incluso la tasa de locura salvaje ha disminuido. La gente está encontrando la alegría, una conexión para toda la vida, compañía. Todo gracias a ella. Nuestro pueblo ha sido bendecido con el mayor regalo: una gran reina como ella».
«Por favor, deja de decir esas cosas», refunfuñó lord Vladya. «Sonríe como un ladrón al que acaban de ascender a jefe de la guardia. Podrías olvidar por qué estamos aquí».
Daemonikai le dio un ligero golpe en la cabeza. «Cállate». Pero Vladya seguía…
sonriendo de oreja a oreja.
La sanadora ocultó su sonrisa tras una tos. Así que los rumores eran ciertos. La forma más rápida de ganarse el favor del Gran Rey… era hablar bien de su reina. O mejor aún, ganarse directamente su favor.
Le reconfortaba verlos así. Íntegro. Fuertes. Felices.
«Ahora, volvamos al asunto original. ¿Qué puedes hacer por nosotros, anciano?
—¿Curandera? —preguntó el rey Daemonikai.
—Empezaré a trabajar en las hierbas inmediatamente. Estoy segura de que existe algo similar.
Nuestro pueblo nunca ha tenido la necesidad de buscarla. Empezaré a reunir los ingredientes, revisar los pergaminos antiguos y ver qué puedo desarrollar. Espero tener buenas noticias pronto».
—Excelente —dijo Daemonikai, asintiendo con satisfacción.
El sanador se volvió hacia lord Vladya. —Y tú, segundo gobernante, he oído historias sobre la Casa de las Costuras por todo el reino. Los diseños de la Gran Dama son increíbles. Nadie ha olvidado el festival de disfraces con los hombres lobo. Todavía se habla de ello entre todas las especies.
Ahora era lord Vladya quien sonreía, con el pecho hinchado de orgullo. Se rascó la cabeza, tímido.
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El Gran Rey puso los ojos en blanco. —Mira esa cara. ¿Quién podría olvidarlo?
«¿Por qué estamos aquí?».
Todos se rieron.
Después de la cena, mientras los sirvientes recogían los platos, la energía en el gran salón cambió, como siempre. La gran y animada familia se levantó y, como de costumbre, se dispersó como hojas de otoño al viento.
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