Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey - Capítulo 901
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Capítulo 901:
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El celo de Aekeira había llegado dos meses antes, lo que les permitió sellar su vínculo ante Emeriel. El de ella llegó solo un mes después, y ahora ambas estaban oficialmente unidas para siempre con los amores de sus vidas.
Y solo unas semanas después, Emeriel estaba allí, coronada como reina, mirando fijamente su trono a pocos metros de distancia.
El trono de la Gran Reina, que había sido apartado tras la tragedia, había sido restaurado ese mismo día. Junto a los tronos de las Grandes Damas, todos ellos colocados con orgullo a la izquierda de la tarima.
—Míralas —dijo Daemonikai en voz baja a su lado, con voz llena de orgullo—. Mira lo felices que están de tenerte, mi Riel.
—Todo parece un sueño —susurró ella, abrumada por el rugido de la multitud frente a ellos.
—Mucho de lo que tenemos todavía parece un sueño —dijo él, apretándole la mano—. Pero esto es la realidad. Ahora eres la Primera Dama de Urekai. La Gran Reina.
Su corazón se llenó de emoción. Mírate, Emeriel, lo has conseguido.
Una vez fantaseaste con casarte con un protector, alguien lo suficientemente fuerte como para protegerte, luchar por ti, conquistarte y amarte apasionadamente. ¿Quién hubiera pensado que encontrarías eso?
¿Quién hubiera creído que, después de todos los retos y tribulaciones, después de todos los caminos sinuosos y las cicatrices ganadas con esfuerzo, te unirías a este Urekai? Que tendrías dos hermosos hijos suyos. Que serías su compañera para toda la eternidad.
Se secó las lágrimas. Mi vida no ha sido fácil, pero no la habría vivido de otra manera. Amo mi realidad actual y espero que siga así… para siempre.
Al otro lado de la habitación, Aekeira hizo un gesto a la señora Livia para que trajera a Aleksian.
La anciana se levantó con el niño y comenzó a cruzar el pasillo, pero tropezó ligeramente.
Un noble que se encontraba cerca se adelantó y la sujetó, colocándole una mano en el codo.
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Emeriel observó el breve intercambio y leyó sus labios.
—Ten cuidado.
«Gracias», respondió Livia, nerviosa.
Entonces, Emeriel vio… colores flotando cerca de la señora Livia. Casi el mismo tono se elevó junto al hombre que la había ayudado.
¿Incluso la señora Livia?
Nunca había considerado que la anciana pudiera tener rasgos latentes de sirena, pero ahí estaba la prueba clara. Y el hombre… parecía amable. Noble.
Refinado. ¿Quizás un lord?
Las posibilidades despertaron algo tierno y emocionante en su pecho. Era…
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