Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey - Capítulo 847
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Capítulo 847:
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«¿Sí, mi princesa?».
«Alguien… alguien podría entrar…».
«Lo sé. Por eso tienes el cuerpo tan tenso, como un puño». Otro beso en el hombro. «Estás empapando todo este archivo con tu aroma, avergonzada por la idea de que te pillen. Tu olor es intenso… sofocante, porque alguien podría entrar y ver a la elegante princesa con la ropa arremangada alrededor de las caderas, empalada en la polla de Su Majestad en una biblioteca pública, y disfrutando cada segundo».
Un sollozo se entremezcló con su gemido.
Empujó. Empujó. Empujó. Su cuerpo se curvó sobre el de ella como un dragón atesorando un tesoro. «No te preocupes, mi preciosa zorra», le susurró al oído. «Si alguien se atreve a entrar y te ve así, le arrancaré los ojos y se los daré de comer». Le siguió un gruñido. «El bibliotecario jefe está haciendo guardia justo fuera de esa puerta para asegurarse de que eso no ocurra».
«¿Nos oye?», gritó ella.
El sonido húmedo de sus cuerpos fue la primera respuesta. «Oh, sí. Que oiga lo bien que te follo, lo bien que hago sentir a mi mujer. Que se ahogue en ello».
—¡Vladya…! —Ella intentó pegarse a las estanterías como si los libros pudieran tragársela entera. Él se rió oscuramente, y el sonido vibró contra su piel mientras ella se apretaba contra él, arrancándole un gemido del pecho—. Joder, qué bien se está con tú.
Cambió el ángulo que había estado evitando para prolongar el momento, tocando cada punto de placer. Ella gritó, gimió ruidosamente. Le encantaba cada sonido que hacía, pero aun así… no pudo resistirse a llevarla aún más alto.
—Shh. —Su lengua recorrió la curva de su cuello—. Mejor no lo digas. A menos que quieras…
Que todo el reino sepa lo bien que me follas.
Unos gritos ahogados escaparon de sus labios; se mordió los labios, intentando con todas sus fuerzas permanecer en silencio.
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Sonidos más obscenos y húmedos resonaron debajo de ellos mientras la sustancia resbaladiza goteaba sobre el suelo.
—Así, princesa. —Sus caderas volvieron a empujar—. Me tomas tan bien. Recuerda esto. Cada vez que vengas aquí, cada vez que busques un libro, recuerda cómo te incliné sobre esta estantería y castigué tu pequeño cuerpo hambriento.
Un escalofrío recorrió todo su cuerpo. —Oh, dioses…
—No son los dioses, Aekeira —gruñó Vladya, retirándose lo justo para hacerla gemir antes de volver a embestirla, golpeando ese punto dentro de ella que la volvía loca—. No es Ukrae quien te está follando entre los estantes, haciendo que todos estos libros…
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