Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey - Capítulo 846
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 846:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
«Aquí mismo. Ahora mismo».
«¡Pero esto es una biblioteca pública!».
Su tono escandalizado solo lo excitó más. Vladya temblaba por el esfuerzo de contenerse.
«Lo sé. Pero te quiero de todas formas. Tengo que poseerte». Se giró y rugió: «¡Fuera, ahora mismo!».
La sala se sumió en el caos: pasos apresurados, jadeos ahogados y, finalmente, un fuerte portazo cuando la última persona huyó.
En un instante, la giró hacia la estantería, le levantó el vestido y le arrancó la ropa interior, dejando al descubierto su perfecto trasero. Con una patada seca, le abrió las piernas y la inclinó hacia delante. «Agárrate a la estantería», gruñó. «Agárrate fuerte».
Luego se colocó en posición, la penetró y la embistió con fuerza.
EL DIABLO MÁS GRANDE
Aekeira gritó cuando Vladya la penetró hasta el fondo, con el cuerpo apretado contra él como un tornillo de banco. Esa humedad caliente y apretada lo atrajo como un portal. Dioses, estaba empapada.
La paciencia era un lujo que lamentaría no haber tenido más tarde, pero ahora solo quería follar, y follar duro. Reclamarla. Marcarla tan profundamente que incluso su mente acabara creyendo que estaba a salvo.
Se retiró lentamente, solo para verla estremecerse, antes de volver a embestirla.
La estantería traqueteó cuando Aekeira se aferró a ella con fuerza, su buena chica.
El golpe de la carne, sus jadeos, su humedad… Maldita sea.
Suave. Recuerda, tienes que ser suave. Dioses, eso fue duro.
Le mordió la oreja. —¿Quieres que lo haga más suave, cariño?
—Está bien…
novelas4fan.com tiene: ɴσνє𝓁α𝓼4ƒαɴ.c♡𝗺 con contenido nuevo
Gracias a los dioses. El alivio fue tan intenso como el deseo. La penetró más profundamente, saboreando la forma en que sus paredes se apretaban a su alrededor.
—Mi princesita está chorreando. —Besó la sal de su hombro—. Puedo oírlo, tu humedad goteando hasta nuestros pies. ¿Te gusta tanto que te la meta?
«Sí».
—Claro que sí. —Su pulgar se clavó en su cadera—. Tanto que estás… ensuciando el suelo de la biblioteca.
Su vergonzoso gemido de lujuria y mortificación era música para sus oídos. Ella presionó la frente contra el lomo del libro, ocultando su rostro, sin duda sonrojado, incluso mientras sus caderas empujaban hacia atrás para encontrarse con él.
«No hagas eso. Sé una buena princesa y relájate». La agarró con firmeza, empujando hacia adelante una y otra vez para seguir sus movimientos. «Quédate quieta y tómalo obedientemente».
—Vla-Vladya —gimió ella.
.
.
.