Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey - Capítulo 816
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Capítulo 816:
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Una ola de placer absoluto invadió sus sentidos, arrancando un grito ahogado de sus labios.
El beso se rompió cuando Alviara se apartó, con la mirada fija en Emeriel.
—Dime qué está haciendo —dijo la cortesana en voz baja.
—Está… su lengua está… —jadeó Emeriel, echando la cabeza hacia atrás y parpadeando mientras se le escapaba otro gemido—. Ahí.
—Buena chica —dijo Alviara con voz aterciopelada—. ¿Cómo te sientes?
El rostro de Emeriel ardió. Se mordió el labio.
—Vamos… dímelo.
«Muy… muy bien», admitió Emeriel con voz temblorosa.
«Lo estás haciendo muy bien». Los ojos de la dama brillaron con aprobación.
«¿De verdad?», susurró Emeriel.
«Oh, por supuesto». La señora parecía hambrienta. Depredadora. Su mirada devoraba a Emeriel. «Estás increíblemente sexy así. Tumbada aquí, aceptando su lengua, saboreando cada pizca de placer que te da, sin romper el contacto visual conmigo. Dejándome ver todo lo que sientes.
Eres un libro abierto, princesa. Un libro abierto muy receptivo». Su voz se convirtió en un ronroneo grave y ronco. «Te hace adictiva».
Emeriel sintió todo a la vez. Avergonzada. Exaltada. Querida.
Quería enterrar la cara entre las sábanas y esconderse. Pero… esas palabras…
La hacían sentir bien. Deseada. Vista.
«No me extraña que nuestro rey no se canse de ti», le susurró Alviara al oído. «Yo tampoco lo haré».
La lengua de Daemonikai se introdujo más profundamente en ella.
«Oh, dioses…», jadeó Emeriel, arqueando el cuerpo mientras el placer la invadía como una ola.
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Una vez más, la invadió.
Entonces, los labios de Alviara se presionaron contra los suyos una vez más, robándole los gritos, bebiéndoselos. La mano de la cortesana enmarcó su rostro mientras la devoraba, capturando cada gemido, cada sonido ahogado mientras Emeriel temblaba bajo el embate del placer.
Su clímax se intensificó, se profundizó y se hinchó.
Su amada era implacable, consumiéndola como si fuera su primera comida después de una hambruna. La felicidad la envolvió en lentas olas ardientes, rompiendo a través de ella con una fuerza despiadada, friendo sus pensamientos.
La cortesana rompió el beso y pasó los dedos por el cabello de Emeriel en una caricia reconfortante.
«Eso es. Así es mi chica. ¿Quieres correrte para él?».
Emeriel asintió con tanta fuerza que su visión se nubló, jadeando en busca de aire.
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