Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey - Capítulo 788
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Capítulo 788:
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—Bien… —dijo distraída.
Porque ahora los colores estaban cambiando. Los dos conjuntos se habían acercado, entrelazándose en un solo tono más grande.
Como uno solo.
Compatibles.
La idea la sorprendió. ¿De dónde había salido eso?
—¿Estás bien, joven princesa? —preguntó lord Herod, con el ceño fruncido por la preocupación.
—Sí. No te preocupes por mí — dijo Emeriel en voz baja, parpadeando varias veces para despejar la neblina, pero los colores permanecieron. Mantuvo su cálida sonrisa.
—Sigo sin poder creer que seas un Dragaxlov.
—Sí… nadie lo cree.
Él se rió tímidamente, rascándose la nuca.
—Siento no habértelo dicho nunca. Es solo que… es una parte de mi vida que nunca pensé que volvería a ver la luz del día.
—No tienes por qué disculparte —dijo ella.
—Lo entiendo perfectamente. Y, sobre todo, me alegro mucho de que hayas decidido seguir tu legado. De aceptar el trono.
Él le devolvió la sonrisa.
—Nunca pensé que lo haría. Pero… tu compañero me ayudó a ver las cosas con mucha más claridad. Ahora, de hecho, estoy deseando que llegue esta nueva etapa. Quiero dar lo mejor de mí.
—Sé que lo harás —dijo Emeriel con naturalidad—.
Eres increíblemente decidido. No tengo ninguna duda de que superarás todas las pruebas que te pongan por delante. Terminarás tu entrenamiento, te ganarás la coronación y gobernarás con sabiduría.
Ella extendió la mano y le tocó el brazo.
—Tengo fe en ti, mi querido amigo.
Sus ojos se iluminaron.
—Gracias, Emeriel. Significa más de lo que puedo expresar con palabras.
Ella sonrió y luego le hizo un gesto con la mano, indicándole que se acercara a Amie.
—¿Ya conoces a mi sirvienta?
La atención de lord Herod volvió a Amie.
—Amie.
Emeriel se hizo a un lado para que él pudiera verla bien.
—No la has visto antes, ¿verdad?
—No.
Sus ojos se mantuvieron fijos en la joven.
—Lo habría recordado.
Amie hizo una profunda reverencia, tratando de ocultar su rostro, cuyas mejillas ya estaban profundamente sonrojadas.
—Mi señor.
—Es un placer conocerte, Amie.
Dio un paso adelante y le tendió la mano.
—Eres una flor preciosa.
La chica dudó, mirando su mano. Luego, con cuidado, colocó la suya en la de él.
—Gracias por el generoso cumplido, mi señor.
Eh.
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