Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey - Capítulo 772
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Capítulo 772:
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Se quedó quieta, parpadeando, con la respiración irregular. —¿Dae-Daemon? —su tono era suave y temeroso.
Detrás de ella, su cuerpo se había tensado. El brazo que rodeaba su vientre temblaba ligeramente. No respondió.
Pero ella lo sentía.
Su alegría. Su asombro. Su gratitud, tan intensa. Su «¿esto es real?».
Sobre todo, Emeriel sentía su amor. Puro, real y abrumador. Podía sentirlo todo. Cada parte de él. Ahora no había escudos, ni barreras.
—Puedo sentir tu placer. Tu felicidad —dijo Daemonikai con voz ronca, mientras su respiración se aceleraba y sus ojos recorrían el rostro de ella, intensos y brillantes. Su voz era ronca—. Tu amor. Te siento, Emeriel. Nuestro vínculo ha vuelto.
Emeriel ahora lloraba, pero también reía, en una mezcla confusa de ambos sentimientos. A su macho no le importaba. La besó por todo el rostro, frenético y desenfrenado.
—Puedo sentirte —murmuró entre besos.
—Yo también puedo sentirte —logró articular ella, con las manos vagando, tratando de tocarlo dondequiera que pudiera alcanzarlo.
—Tu aroma… Ukrae, tu maldito aroma… —Sus olfateos se hicieron más fuertes, frenéticos, enloquecidos. Frotó su nariz y su boca por el cuello, el hombro y los pechos de ella—. Sabía que olías bien, increíblemente bien, pero ahora… Dioses, los siete dioses… tu aroma se ha amplificado. ¿Qué demonios…?
Gruñó, luego ronroneó, vibrando contra ella mientras su falo se endurecía una vez más, duro y caliente detrás de ella.
—Necesito tenerte otra vez. No puedo… ¡Dioses!
Una mano fuerte le levantó la pierna mientras se alineaba de nuevo y, con una embestida brusca, volvió a penetrarla.
Ella jadeó, acurrucando la cabeza contra su pecho. La sensación… era de otro mundo. Más allá de las palabras y la comprensión.
—Estoy demasiado dentro —gruñó él, sujetándola con fuerza—. ¿Te molesta? ¿Quieres que me retire?
—No —logró decir ella entre la oleada de sensaciones—. Te sientes… tan bien.
—Joder… joder.
Sus caderas se movían con un ritmo descoordinado, como si no pudiera controlarse. La atrajo hacia él, apoyándole la cabeza en la cama, solo para hundir el rostro en su cuello. Allí se quedó, respirándola, moviendo las caderas con embestidas cortas y fuertes, con el aliento áspero contra la piel de ella. Una de sus manos acunaba a su hijo, la otra entrelazaba los dedos de ella.
Sentir las emociones del otro era algo completamente diferente. Las de él eran una locura. Salvajes. Intensas.
Y, por primera vez, Emeriel se vio a sí misma a través de los ojos de él, y lo que vio le robó el aliento. Siempre había sabido que Daemonikai era intenso. ¿Pero esto? Nunca lo había imaginado.
Su amor, su hambre y su necesidad. Lo consumía todo.
Él seguía respirándola, oliéndola, pasando la lengua por la tierna piel de su cuello, deleitándose con cada embestida dentro de ella.
Las lágrimas de inmensa alegría e incredulidad volvieron a caer.
¿Soy tan hermosa para él?
Su reverencia por su cuerpo, su obsesión. Quiere vivir dentro de mí.
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