Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey - Capítulo 770
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 770:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
«Oh, sí». Emeriel apartó el brazo de los ojos y respondió con voz ronca y aturdida. «Más que bien».
Renovada. Renacida.
«Me alegro de oírlo».
Su amado se apartó, se levantó y se inclinó hacia ella, con las manos apoyadas a ambos lados. Parecía medio enloquecido por el deseo.
«Ahora, tómalo en tu mano», le ordenó Alviara con voz sensual.
Emeriel se inclinó hacia delante tanto como le permitía su redondeado vientre y envolvió con los dedos su grueso y palpitante miembro. Caliente. Vivo. Palpitando de deseo.
Lo acarició una vez. Dos veces. Observó cómo se oscurecían sus ojos, cómo se tensaba la mandíbula, cómo respiraba entre dientes.
Y en ese momento, Emeriel lo comprendió. Esa noche no se trataba solo de borrar el dolor, de hacerla sentir segura o de asegurarse de que no estaba sola. Ni siquiera se trataba de la guía de Alviara, de su ánimo, de su presencia. Se trataba de esto.
Hacerle ver que, incluso con todo su poder, toda su fuerza, ella tenía todas las riendas que importaban.
Lo acarició de nuevo, observando cómo ese gran cuerpo temblaba por ella. Él estaba mirando, no, devorando, la vista entre sus muslos abiertos con esos ojos verdes y salvajes, pero no hizo ningún movimiento para saciar su tortuoso hambre. No apartó su mano ni intentó penetrarla. Ella realmente tenía el poder.
Con una sola palabra —no— todo terminaría. Su consentimiento, su comodidad… le importaban más que su propio placer. En cierto modo, ella siempre lo había sabido, pero era la primera vez en mucho tiempo que lo sentía de nuevo, con el cuerpo, el corazón y el alma.
No estás indefensa, pero deseas estarlo. Tienes todas las cartas, todo el poder, en este momento, pero deseas entregárselas a él.
Las lágrimas le llenaron los ojos mientras lo soltaba y le acariciaba la cara con dedos temblorosos.
—Por favor, entra en mí, Daemon.
Era un permiso. Una súplica. Una rendición voluntaria.
Él la había visto luchar contra sí misma. Lo había visto todo, pero ella aún esperaba su vacilación. Sin embargo, lo que vio en su rostro en ese momento fortaleció su determinación.
Cambió el peso de su cuerpo y se ajustó, con la corona en la entrada de ella.
—Métela, querida —dijo con suavidad.
Ella se retorció y volvió a agacharse, agarrándolo. Inclinó las caderas hacia delante y las lágrimas rodaron libremente por sus mejillas mientras lo guiaba hacia ella.
—Ayúdame —susurró.
Y él lo hizo. Moviendo las caderas, empujó hasta que estuvo completamente dentro de ella.
Emeriel se sintió… en paz.
Los fantasmas seguían allí, como sombras bailando en su mente, pero eso era todo lo que eran ahora. Sombras. Un pasado lejano que ya no tenía cabida en su presente, ni en su futuro.
Las lágrimas brotaban de sus ojos mientras le sonreía. Él yacía sobre ella, con cuidado de no apoyar su peso sobre su vientre, con la mano tierna mientras le acariciaba la cara y le besaba las lágrimas.
Era precioso. Volver a sentirlo así, estirándola, tan grueso dentro de ella… era increíble. Todo volvía a parecer ligero.
.
.
.