Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey - Capítulo 766
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Capítulo 766:
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«…el camino de vuelta al placer, de la forma que necesiten». Hizo una pausa, dejando que las palabras calaran. «Esta noche lo probaremos».
«Oh». Emeriel contuvo el aliento. Así que por eso. Miró a su amado. Él asintió con la cabeza en señal de ánimo y aprobación.
«Mi reputación me precede». La sonrisa de Alviara se hizo más profunda mientras acariciaba la mejilla de Emeriel con los dedos. «No te preocupes. Estás en buenas manos». Se inclinó hacia el oído de Emeriel. «Y si me dejas tocarte, me aseguraré de que te sientas muy, muy bien».
Emeriel tragó saliva, con la garganta repentinamente seca y el pulso acelerado. No se apartó.
—Puedo oler tu almizcle —susurró Alviara—. Es absolutamente embriagador. —Sacó la lengua y probó la línea del cuello de Emeriel, provocándole un temblor por todo el cuerpo—. Solo tu aroma es suficiente para volver loco de deseo a cualquiera.
La mujer le hizo cumplidos con generosidad y, tal y como ella había ordenado, estos calaron hondo en Emeriel. Se inclinó hacia Alviara, excitada, sintiéndose aturdida.
—Gracias.
Alviara la sujetó con firmeza por la cintura. —¿Me dejas tocarte? —preguntó la cortesana con voz sensual y prometedora—. Puedo hacer cosas maravillosas con la lengua.
Emeriel entreabrió los labios, pero enseguida encontró la respuesta. —No —murmuró, mientras apoyaba la frente en el hombro de Alviara.
Unas manos suaves le acariciaron la espalda, sin exigir nada.
—¿Por qué no? —preguntó Alviara, sin ofenderse, solo con curiosidad—. Tienes hambre y yo puedo saciarte.
Emeriel se quedó callada un momento. No quería herir los sentimientos de la cortesana, pero decidió ser sincera.
—No eres tú a quien quiero.
Alviara tarareó, con un sonido cálido y divertido. —¿Y a quién quieres?
Los labios de Emeriel rozaron el hombro de Alviara mientras murmuraba: «A mi Daemon».
—Mmm —dijo Alviara, pensativa—. ¿Estás segura?
—Muy segura.
—Bien —dijo Alviara simplemente.
Dio un paso atrás, soltando a Emeriel con delicadeza, y se colocó detrás de ella.
—Míralo —susurró Alviara—. Míralo bien.
Emeriel lo hizo. Daemonikai estaba sentado, mirándola, pero el aire entre ellos chisporroteaba. El hambre en sus ojos se había vuelto intensa. La posesividad ardía en ellos. Un control estricto se reflejaba en cada línea de su cuerpo.
A medida que pasaban los segundos, la adoración cruda en su mirada la llevó a la perdición.
Se humedeció aún más.
—¿Ves cómo te mira? —preguntó Alviara en voz baja.
—S-sí.
—¿Ves cómo se contiene? Esas manos suyas ansían estar sobre ti. Esa boca ansía devorarte. Y aún así… espera.
Emeriel emitió un sonido suave y necesitado, apretando los muslos. ¿Por qué oírlo de boca de otra persona lo hacía tan intenso?
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