Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey - Capítulo 764
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Capítulo 764:
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Las sombras la envolvían como un cálido manto, pero podía sentir su presencia. Entonces, un destello de llama brotó de las velas que cobraban vida, ahuyentando la oscuridad. Y allí estaba él.
Daemonikai estaba recostado en un sillón, vestido con una holgada ropa de noche. Llevaba la túnica desabrochada, dejando al descubierto su amplio pecho y el corte afilado de la clavícula. Su cabello oscuro estaba suelto y le caía alrededor como un velo de seda.
—Hola, estrella radiante —dijo en voz baja.
Emeriel miró a su alrededor, la habitación estaba decorada con un cuidado que le llegó al corazón. Las velas parpadeaban por todas partes, las rosas rojas estaban esparcidas por la cama en un desorden salvaje y hermoso, llenando el aire con su perfume. El ambiente era tierno, romántico.
Su cuerpo se iluminó desde dentro. —Mi rey —las palabras estaban cargadas de emoción.
Daemonikai se levantó de la silla y se acercó a ella. La rodeó lentamente, deliberadamente, como un amante, como un depredador, antes de detenerse frente a ella. Sus manos encontraron su cintura y la atrajo hacia sí.
—Esta noche, en esta habitación, volverás a sentirme —dijo con voz grave. Sus ojos reflejaban un profundo deseo y, al mismo tiempo, ternura—. Borraré ese recuerdo de tu mente, querida, y lo sustituiré por otros más dulces que nunca te abandonarán.
Emeriel jadeó y asintió con entusiasmo. Lo deseaba con todas sus fuerzas.
Pero en lo más profundo de su ser, algo se retorcía con ansiedad. ¿Y si no funcionaba? ¿Y si volvía a fallar?
Daemonikai le levantó la barbilla con la mano. —Esta noche quiero que despejes tu mente y te concentres solo en mí. —Le acarició la mandíbula con el pulgar—. Y he traído ayuda.
¿Ayuda?
Antes de que pudiera entenderlo, su boca se posó sobre la de ella. El beso fue lento al principio, una toma reverente de sus labios. Pero a medida que su boca se movía sobre la de ella, se hizo más profundo, más intenso. Ella cerró los ojos y sus brazos se enroscaron alrededor del cuello de él. Sus lenguas bailaron, hermosas en su intensidad, increíbles en su tacto. Caricias de placer y deseo reprimido.
Cuando él se apartó, Emeriel estaba sin aliento, mareada por el deseo. Fue entonces cuando lo sintió: un calor en la espalda. Una presencia.
Una mano se posó en su cintura.
Parpadeando aturdida, Emeriel volvió la cabeza. Detrás de ella se alzaba una figura más alta, y le llevó un momento enfocar la vista.
—Señora Alviara… —susurró, sorprendida.
—Hola, princesa humana —la cortesana le dedicó una cálida sonrisa—. Nos volvemos a encontrar.
Emeriel rogó a los dioses de la Luz que le devolviera la sonrisa, aunque las preguntas se arremolinaban en su mente. ¿Por qué estaba allí?
Solo había conocido a la cortesana más codiciada de Urai una vez, hacía dos años, cuando una hembra entró en celo inesperadamente y sumió al reino en el caos. El Gran Rey necesitaba alivio y Emeriel, que entonces era un niño, acabó bajo los cuidados de Alviara, ya que el Gran Rey los había llevado a ambos. Aquella noche quedó grabada en su memoria. ¿Era eso lo que iba a pasar esta noche? ¿Estaría Alviara allí por él… mientras yo miraba?
Emeriel sintió un nudo en el estómago.
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